El abrazo. Se trataba de otra rutinaria entrega de distinción del Concejo Deliberante. A falta de hacer política, concejales de distintos bloques desesperan por “distinguir”, es decir, por una forma segura de ligar foto, título y epígrafe en los medios haciendo como se hace, sin hacer en verdad nada de nada. Fue el caso de la distinción a Norma Pons. La señora, emocionada, muy; las personas de a pie suelen detestar los gestos políticos, pero cuando les son especialmente dirigidos, se les aflojan los esfínteres. Que le pregunten en todo caso a Juan Rey, el dueño de las librerías Keops en la ciudad, que ante el llamado de la presidenta Cristina Fernández para felicitarlo por su acción de cuidar los precios escolares y denunciar a los grandes que no, hasta intentó aconsejarla sobre cómo hacer las cosas mejor (se tiene una fe Juan!!!!!). Retornando al acto de distinción de Norma Pons, la foto es impresentable: se la puede ver a Vilma Baragiola abrazada tiernamente al edil Héctor Rosso (a) “Mojarrita”, el mismo que hizo cámaras ocultas a otros concejales a los que quería inculpar por un aumento de boleto. Vilma, consejito sin cargo: cuidate con quién te fotografiás, y sobre todo, buscá en la camisa, a ver si no te plantó algún micrófono. Hay gente de la que se podría esperar casi cualquier cosa.
Que sí, que no. Así fue la saga del nuevo esquema de señalética urbana de los taxis de la ciudad. A diferencia de los colectivos, a los que han cambiado colores pasando por alto su historia, los “tacheros” fueron por sus colores y se plantaron duro. Desautorizado Guillermo Iglesias, que no los quiso recibir, se comió el diktat del intendente interino Ciano: “los taxistas tienen razón”, dijo el subrogante, y marchó a su despacho. ¿Renunciar? Nunca; a la BAPRO bien surtida de cada día 30 de mes no se renuncia jamás. ¿Principios, ética? Estos periodistas dicen cada pavada…
Nos cuentan y nos interrogamos. ¿Qué está pasando en el mundillo de los remates de la ciudad? Desde la dirección “martillerobuchon” nos cuentan infidentemente: “El Sr Puga, otro estafador histórico, ex socio del Dr. Nicodemo -hasta que el dueño del prostíbulo “La Posadita” le puso un cuchillo en la barriga cuando Nicodemo se quedó con un vuelto, y del susto, nunca más volvió a los remates- y ahora socio del actual patrón de la vereda de los remates a la hora de esquilmar a todos los buscas que concurren habitualmente a las “tiradas” post-remates, también está siendo presionado. Todo esto, como siempre, bajo la distraída mirada de los directivos del Colegio de Martilleros, que están al tanto de todo, y hacen malabares para hacer desaparecer las cintas de las varias cámaras que hay en la sala de subastas, donde habría cientos de pruebas de ilícitos.
El Mulo, notorio pesado que apareció en el ambiente de los remates alterando la “normal” actividad, se llegó hasta estos lares munido de un “grupo operativo” de 4 “compañeritos” venidos de la Capital que se dedican a hacer “trabajos”, entre los cuales destaca el robo a familia marplatense de notoriedad en las playas del sur, de donde se llevaron varios cientos de miles de dólares, amén de destrozarle la casa. Ese robo (que nunca fue denunciado) fue el punto de inflexión, a partir del cual “el Mulo” pasó de guardaespaldas a extorsionador”. La fuente sostiene que habrían existido al menos 2 robos más, muy importantes, ya que las víctimas, todos habituales de los remates, son gente de importante capital (especialmente en negro y escondido en sus casas). Pero como nadie denuncia nada, y muy poco se habla, es difícil de confirmar.
Del asaltado se sostiene que comenzó su fortuna en el Gran Buenos Aires con una tienda de electrodomésticos que era provista por piratas del asfalto. Supo desaparecer a tiempo y mudarse a Mar del Plata, donde consolidó una importante fortuna, con más de 40 inmuebles. Historias cuasi ocultas de La Feliz, que como dice es público y notorio, no es tan feliz para todos por igual. Para algunos más que para otros, sin duda.