De garanticidas y falencias institucionales. La presentación de la Comisión Provincial por la Memoria en Mar del Plata no fue producto de la casualidad. Fue el inicio de una acción articulada con el objetivo de avanzar en la demolición del sistema público de seguridad: quedó claro en las declaraciones formuladas por el juez de Necochea Mario Alberto Juliano tras el encuentro realizado en la Legislatura bonaerense para debatir el estado de las cárceles provinciales. Juliano mencionó “la necesidad de que la provincia de Buenos Aires sancione una ley de cupos carcelarios para evitar la superpoblación y sus consecuencias”. Y estimó que la superpoblación es “en la visión más optimista, entre un 25 y 30 por ciento, y las más realistas, de un 50 por ciento”.
Pero no se quedó allí, y detalló: “El beneficio se aplicaría a los condenados que hayan cumplido la mitad de la condena que no supere los cinco años de prisión; reincidentes que hayan cumplido más del 80 por ciento de la condena, por delitos tentados; mayores de 60 años; mujeres alojadas con niños o en etapa de gestación y extranjeros que hayan cumplido la mitad de la condena y asuman el compromiso de abandonar el país, entre otros”. En esa misma línea, Roberto Cipriano, de la Comisión por la Memoria, aseguró que la superpoblación carcelaria “hoy en día ha llegado al récord histórico de 33.166 detenidos y, teniendo en cuenta los estándares internacionales donde cada preso debe ser alojado en un espacio de 7 metros, calculamos que hay aproximadamente cerca de 20.000 plazas”. Por ello consideró que existe por parte del Ejecutivo “un cupo arbitrario que dice que donde me entra un colchón tengo una plaza. Ellos mismos asumen que tienen 27.000 plazas con una superpoblación del 10%, pero nosotros calculamos que debe estar entre el 50 y el 75 por ciento”. Una propuesta provocativa y esencialmente garanticida por cierto: no se habla de construir más cárceles, sólo de evitar el hacinamiento. Por lo tanto, el sobrante, a la calle.
Grotesco sin fin. Que la dirigencia de la ciudad está amancebada por Florencio Aldrey Iglesias no es novedad. Que la dirigencia de la ciudad soporte que el gárrulo galaico coloque una placa con su nombre al emprendimiento en la vieja terminal, ya pasa de castaño oscuro. Primero fue un tanteo ante los dirigentes políticos a puertas cerradas. Florencio preguntaba: “¿Ingresaría usted un pedido para que la vieja terminal lleve mi nombre?” Todos tragaron, para luego decir: “¿Cree usted que es conveniente?”, y recibieron por respuesta un “¿y por qué no, si soy quien más invierte en esta ciudad y quien más hace por ella?”. Florencio hace años que delira con que él es la ciudad, y la cobardía de los políticos que nada dicen en contrario, permite que él se la crea. Interpelado por uno de los consultados acerca del motivo de semejante autohomenaje, Florencio no dudó ni tartamudeó: “A ver: si el aeropuerto se llama Piazzolla (NdelaR, subtexto ibérico: y al final no fue otra cosa que un simple bandoneonista), ¿por qué este edificio no puede llevar mi nombre?”. La respuesta que siguió puso tensión en la reunión, que ya de por sí era incomoda. “Bueno, Florencio, pero Piazzolla fue un músico universal”. La contraofensiva fue ilustrativa en su esencia, reveladora de la alta estima en que se tiene el galleguito: “¡Hombre, no me joda! Yo soy Florencio Aldrey Iglesias, y he hecho algo más que interpretar un tango. Qué joder”. Minutos después se calmó la situación, y el mandamás de todos los patéticos que hacen de dirigentes de la ciudad se sujetó el ego y lanzó un: “bueno…, voy a testear esto por los medios y tomaré una decisión”. Él va a tomar la decisión. Él.