Lo ocurrido en la semana que concluye no tiene precedentes en cuanto a movilizaciones en el país, y en particular en Mar del Plata. Una vez más, los vecinos de a pie se reconfortaban al verse y reconocerse en un marchar codo con codo, sin banderas, sin estructura (punteros, colectivos, choripán, birra o tetra brik). A su aire, en familia, la sociedad se volcó a la calle, y tal como ha sido señalado recurrentemente, en la pasión de pedir justicia; por Alberto Nisman y por todos aquellos que en estos años, un sistema político indiferente al valor de la vida humana, ha arrojado al fuego de la violencia cotidiana.
“Nisman somos todos” no significa en la Argentina necesariamente lo mismo que “Je suis Charlie” en Francia. Implica aquí el clamor por la reparación del ciudadano común, que siente que el Estado no lo protege, que se burla de él de manera violenta en la indiferencia que significa que, en nuestra ciudad, por ejemplo, el 98% de las causas criminales terminen en archivo. No es un parecer: son las estadísticas de la Corte. Según señalan desde el colectivo MUMALA, en lo que va de 2015, diez mujeres han sido asesinadas, y en 2014, cada tres horas una mujer perdió su vida violentamente. El viernes 19 marcharon pidiendo por el esclarecimiento del asesinato de Miriam Flurin, joven madre que apareció sin vida luego de cinco días de búsqueda y antes había presentado innumerables denuncias por violencia de género. Todos somos Nisman, pero también Flurin.
Según reveló el abogado Martín Ferrá, en tanto el fiscal general Fabián Uriel Fernández Garello vive una ilusoria vida palaciega en la casa señorial de Brown 1220, alejado del trajín real de la procuración de causas, las víctimas que deben reconocer a sus victimarios pasan horas en un sótano usado como depósito de trastos, a centímetros de los delincuentes sometidos a proceso, soportando tensión indescriptible y tortura psicológica.
Fabián Uriel Fernández Garello emitió un comunicado en el que señalaba que los fiscales del Dpartamento Judicial local adherían, comprendían, pero no marchaban. Sin embargo, Alejandro Pellegrinelli, Javier Pizzo, Lorena Irigoyen, Eduardo Amavet, Paulo Cubas, Mariano Moyano en Mar del Plata, Rodolfo Moure en Balcarce, y la fiscal Ana Caro en Miramar estuvieron, marcharon y expusieron cuando fueron requeridos por los medios presentes. Es obvio que la justicia federal de Mar del Plata, en donde anida una auténtica mafia, estuvo ausente. No todos, claro: es de hacer notar que el fiscal federal ante el Tribunal Oral Federal Juan Manuel Pettigiani marchó en Capital Federal, fuertemente visualizado en los medios, aunque la sorpresa mayúscula la dio el camarista Jorge Ferro, quien había anunciado, ante la estupefacción general, que concurriría a la marcha, y efectivamente lo hizo, también en Capital Federal, en una tercera línea por detrás de los fiscales convocantes.
La conducta de Jorge Ferro es de destacar: juez nombrado por la dictadura en el Departamento Judicial Azul, se recicló en democracia bajo el manto protector del ex senador (UCR) Ricardo Laferriere, atravesó el menemismo sin mayores complicaciones buscando protección en el ex fiscal Gustavo Demarchi, para devenir en juez “K” en los Juicios por la Verdad. Hoy, con su fino olfato político, marcha por Nisman. Es cierto: cientos de miles marchan de buena fe y de corazón; en medio, buitres carroñeros marchan a ver qué pedazo del macabro festín pueden devorarse.