No pudieron hacerlo caer en los dos primeros años de gestión. Entonces iniciaron un camino extraño: traer a Mar del Plata a un señor que hace un año proclamaba su amor por San Isidro y, cual Groucho Marx del vecinalismo, se dijo a sí mismo que amaba San Isidro, pero que en todo caso también podía amar a Mar del Plata. Como si fuera poco, el sector alineado con María Eugenia Vidal en la vida interna del PRO -un grupo de origen eclesial al que suelo llamar “línea Santa Marta”- comenzó a intrusar Cambiemos por medio de Joaquín de la Torre, coronando su accionar con la senaduría provincial de Lucas Fiorini y la banca de Alejandro Carrancio –quien, en su cuenta de Twitter se identifica como “Concejal HCD Gral. Pueyrredón. Pte. Bloque Crear Mar del Plata (Cambiemos). Padre de Zoe. Abogado, docente universitario católico, peronista y fanático de Boca. Mar del Plata, Argentina”-.
Lo de Boca, vaya y pase; hay más de uno en Cambiemos, diría Angelici. Lo absurdo es que una alianza construida entre el PRO, la UCR y la Coalición Cívica tenga hoy en Mar del Plata una expresión que no cree en la democracia, salvo como un atajo a la toma del poder. No se puede dejar de señalar que la tirria que Jorge Bergoglio, por medio del Papado, le expresa al Presidente de la Nación, tiene que ver con esta construcción política que en Mar del Plata actúa como pasando todo por encima con prepotencia nada digna de la democracia. Y digo atajo porque está claro que Lucas Fiorini es golpista. Quedó claro en su participación en caballada organizada por el exintendente GAP en contra de Baragiola, y su otra actuación para voltear la presidencia de Nicolás Maiorano en el HCD, de la que salió festejando acceder así a la vicepresidencia segunda del cuerpo.
¿Cómo se llegó a esta situación? Creo que hay dirigentes que no entienden lo que ocurre, o si lo entienden, callan. Cobardía, cortedad de miras… es complejo afirmar lo uno o lo otro. Pero lo que ocurre efectivamente es que la gobernadora Vidal inicia una interna un año antes de las elecciones de 2019 y no hay un pronunciamiento serio de carácter político que tienda a dar a las cosas su nombre. Hay quienes aconsejan silencio; afirman que el tema Montenegro es un tema sólo hacia adentro del sistema político, y que la gente, el ciudadano promedio, está alejado de todo esto. Señalo: tal como está armado el esquema, con la misma gente que trabajó para De Narváez y se travistió luego con Scioli para hoy ser tropa de Vidal en articulación con el sistema de poder derrotado por el triunfo de Carlos Fernando Arroyo, si llegan a hacer pie, lo logrado en materia de independencia política en la ciudad, retrocedería. Muy desafortunadamente.
No sé quién es Guillermo Montenegro. Por ahora, sólo un señor que sonríe mecánicamente para la foto. Pero sí sé quiénes son y cómo actúan los que lo rodean.