El 24 de marzo de este año desnudó la falacia instalada respecto del pasado reciente que se empeña, por la acción de los individuos, en ser presente, en una brutal anomalía temporal. La movilización que implicó el sinceramiento de Hebe de Bonafini sobre su participación en el kirchnerismo expuso en gestos, dichos y acciones la real naturaleza de lo que está en juego en la sociedad argentina.
Nadie en los estrados y marchas hizo mea culpa del pasado por la acción del ERP y Montoneros. Tampoco nadie hizo referencia alguna al presente, en el que deberían explicar, por ejemplo, el porqué del nombramiento de César Milani al frente del Ejército argentino; no alcanza con que algún integrante del FPV diga “Milani fue un error”.
César Milani no fue un error. Montoneros nació en las entrañas de los servicios de inteligencia, tópico que se elude en cada debate. La larga sombra del poder desarrollado por los servicios de inteligencia desde el gobierno de Juan Carlos Onganía se proyecta en este presente, en días como el pasado viernes, en una escena que parcializa la memoria y es funcional al ocultamiento de la verdad.
En ese ocultar la verdad, en Mar del Plata se dio un nuevo capítulo peculiar. En un acto político llevado adelante en el Partido Justicialista, Pablo Vacante fue el anfitrión de Roberto Atilio Falcone y Mario Portela, jueces ante el TOF. Fue una celebración de viejos compañeros de ruta que tienen tanto para explicar. Pablo Vacante se enriqueció en la dictadura; llevó adelante, entre otros negocios, la explotación de los comedores para los trabajadores del EAM 78, una maniobra nunca investigada que implicó 578 millones de dólares de los que nunca se dio cuenta (para tener una idea, el costo del Mundial 82 en España fue de 400 millones menos). Por su parte, tal como ya he señalado en anteriores ediciones, Roberto Atilio Falcone fue el abogado de Juan Martín Ciga Correa, alias “Mayor Santamaría”, jefe de los pelotones de la muerte en El Salvador (según me señaló en su ocasión el camarista federal Jorge Ferro, los honorarios se los pagó en dólares a Falcone Raúl Guglieminetti). El pagador, según lo citado por Ferro, no era un actor menor en la estructura de inteligencia de aquellos años: durante la dictadura militar (1976-1983) perteneció al Grupo de Tareas que tenía su base en el centro clandestino de detención conocido como Automotores Orletti, relacionado con operaciones del Plan Cóndor y bajo el mando directo de Aníbal Gordon. A partir de 1978, condujo el Grupo de Tareas Exterior (GTE) que organizó la colaboración del régimen militar argentino con la guerra sucia en Centroamérica, conocida como Operación Charlie.
Cuando habla de complicidades civiles con la dictadura, Falcone sabe de qué habla. Está claro que sus otros contertulios, también.