Gustavo Arnaldo Pulti se ajusta como pocos a la definición del bovarista, aquel que se ve a sí mismo por encima de los demás. Se acostumbró en estos años a pasar por encima del orden legal y la idea republicana de que ante las leyes todos debemos inclinarnos.
Pero nada es eterno. Pulti sabe que esta elección será una catástrofe anunciada. Ha tomado una decisión que pone en cortocircuito a sus propios concejales. Leandro Laserna y Debora Marrero lloriqueaban esta semana, ante quien quisiera escucharlos, que la decisión de llevar al secretario de Salud comunal, Alejandro Ferro, en cabeza de lista por Acción Marplatense sería literalmente una debacle electoral.
Afuera quedó Marcelo Artime, a quien sibilinamente Pulti le echa la culpa del fracaso de la policía municipal; una auténtica jugarreta de mala fe. Artime hace mucho que perdió sus capacidades políticas de liderazgo. Se amancebó detrás de la conducción de Pulti, y se minimizó hasta como persona. Pero adjudicarle la pésima jugada, pergeñada por el propio Pulti, de ser quien llevó adelante esta triste aventura de la policía municipal, es literalmente enfermizo.
Para ser claros: en AM sostienen que haber capitulado con la consulta fue una jugada de Artime. Querría por un momento que estas líneas fueran un comic; se vería el globito del diálogo con la carcajada. No existe forma, en esta organización (AM), de llevar adelante una jugada como lo fue la presentación del abogado Mastakas que pueda hacerse sin el consentimiento expreso del propio Pulti.
En realidad, y para ser preciso, AM no es una organización politica: es una secta pagana, que adora a un falso profeta que, como Jim Jones en Guyana en los 70, los va a llevar al suicidio, en este caso, político. Jones había llegado a una situación sin salida, y decidió apelar al “suicidio revolucionario”. Explicó a sus fieles que su sociedad había sido destruida, y que era preferible matarse a seguir viviendo. Les aseguró que, de todas formas, se reencontrarían en otra vida, después de una reencarnación.
Haber domesticado a sus compañeros políticos de ruta original -Artime, Guiñazú, Fernández-, literalmente eliminado a su padrino político, Ricardo Palacios, reemplazándolos por una corte prostituida con fondos públicos, lo erige en dueño de la vida política, y en más de un caso, privada de todos los integrantes de su grupo.
Pulti reunió a sus concejales y ya les explicó que luego de esta elección quizá no quede vida política para ellos. En líneas generales, el mensaje fue: “sepan que en las encuestas estamos mal. Que no vamos a renovar las ocho bancas que ponemos en juego. Que no habrá lugar para todos”. A partir de allí, aseguró que a todos los van a contener.
¿Qué significa esta afirmación? Que para todos habrá un cargo público y un lugar en la grilla. Y si no hay, lo van a crear. Unos más agregados a la larga lista de los que viven de nuestras tasas, del pago de las multas estratosféricas, y que seguirán restando dinero para hacer lo que hay que hacer en materia de responsabilidades concretas.
Una larga noche la de estos casi seis años de desgestión, mediocre, paupérrima en ideas, magra en resultados. Resuena fuerte aquel “mediocres” que nos espetara el ex comisionado Russak.