Dicen que toda aldea tiene su patrón. Como si fuera una pequeña aldea de Lugo, la comunidad de Mar del Plata aceptó por tres décadas que Florencio Aldrey Iglesias actuara como tal.
Caído hoy en la consideración pública, sus medios fuera de época y lugar ya no intimidan, sino que dan para pulla. No obstante, hay un desafío: que su modelo de poder perverso se replique y que haya otras personas que lo adopten como un modo de obtener ventajas indebidas.
Algo de eso hay cuando vemos que los ex funcionarios de la intendencia de Carlos Fernando Arroyo deben ir a la justicia para dejar en evidencia las mentiras que se derramaron una y otra vez sobre sus personas y sobre sus conductas.
La campaña despiadada de falsedades se inició con la demanda penal viciada de mentiras que, contra Carlos Fernando Arroyo y sus funcionarios, inició Sergio «el mono» Goransky, ofendido por un posible cambio en la oferta de servicios del sector de Playa Grande que le generaría a su local BRUTO, el boliche top de la nocturnidad marplatense, algo de competencia. Esas mentiras, a corto plazo, van a tener consecuencias.
El modelo de Sergio Goransky es imitado por su hijo Federico, a quien se lo conoce como «el monito», quien se apersonó en la principal fábrica de cervezas del país para exigir que despidieran a un empleado con gritos y demandas propias de patrón de aldea, todo porque éste se atrevió, junto a un grupo de jóvenes, a proponer una fiesta de fin de año en «Pueblo Pampa», un club de campo ubicado sobre la ruta 226 a la altura de la Laguna de los Padres. Federico exigía que la fiesta no se haga porque le «robaba público» y pretendía que al empleado lo echaran por «competencia desleal».
Este tipo de acciones son la consecuencia de un modo de ver el poder: la idea de que hay que apretar y exigir más allá de todo marco de derecho, con el objetivo de ser «el único». En una reciente reunión del consorcio de Playa Grande, estos operadores de los negocios de playa y gastronomía, recibieron una dura respuesta por parte de las autoridades ante su pretensión de abrir un nuevo espacio de negocios sobre la arena en dicho lugar. Se trata de una propuesta que no está incluida en el pliego original y que implica ocupar aún más espacio público a expensas de las áreas comunes, y que no fue acompañada por el consorcio. Los funcionarios presentes en la reunión les dijeron a padre e hijo que, si buscan habilitar ese esquema de negocios en la playa, que vayan a plantearlo al Concejo Deliberante.
Ladrey apretó con impunidad durante años desde un medio que vendía 75 mil ejemplares cada domingo, y que marcaba agenda. Pretender lo mismo desde la venta de champán —por más que regales botellas de Louis Roederer Cristal 2012—, suena un tantillo estúpido. Nada poderoso por cierto.