Javier Cicalese y la comisión directiva del Club de Pesca Mar del Plata habían pedido, meses atrás, una reunión con el intendente Carlos F. Arroyo con el propósito de saber de primera mano si la nueva modificación a la ordenanza de cartelería en vía pública permitía incorporar nuevamente un letrero que pudiera ser emblemático para el lugar, al tiempo que funcionara como un elemento de sostenimiento económico para el club de escasos 200 socios. Los carteles de Quilmes y Celusal fueron únicos en su estilo por décadas, al tiempo que aportaron fondos al club, que hoy busca mantener mínimamente un status de funcionamiento aunque lleva años sin inversión o remodelación en sus instalaciones.
Ingresar al Club de Pesca es como un viaje al pasado entre las décadas de los ’40 y ’60. Los letreros icónicos de la institución fueron dados de baja por ordenanza del exintendente Gustavo Arnaldo Pulti, que barrió con toda la cartelería pública en la ciudad, impulsado por el criterio de acabar con la polución visual. Como introductor de dicho criterio en Mar del Plata -el título de la segunda tapa de este medio fue “Una ciudad detrás de los carteles”, hace 1019 semanas-, no puedo más que estar de acuerdo con los parámetros de dicha ordenanza, que, en mi opinión, fue lo único positivo que dejó el paso de los accionistas marplatenses por la administración de la ciudad.
La actual ordenanza, modificatoria de aquella de la era pultista, habilita a pensar en colocar nuevamente un cartel de dimensiones en el Club de Pesca. Los dirigidos por Javier Cicalese salieron felices de la reunión con el intendente Arroyo, que los alentó y les pidió que el cartel dijera algo bonito sobre Mar del Plata.
El tema comenzó a correr por las redes sociales: un meme mostraba el Club de Pesca y un gran cartel que decía “Paseo Aldrey cultural y comercial”. Lucía como un grotesco, y lo era. El propio Cicalese reconoció que estaban en negociaciones con el anciano aldeano de Lugo, que buscaba dar un golpe político en un punto altamente significativo estampando su firma ante todos.
El rumor, sin embargo, pasó de las redes sociales a los despachos de la política. Sabido es que si un valor exhibe este intendente es el de no haber aceptado jamás ser instrumento de Florencio Aldrey Iglesias, quien delira a diario con voltearlo, esmerilarlo o perjudicarlo de modo tal de cambiar la fisonomía del electorado que lo llevó a Arroyo al despacho principal del municipio.
De todos modos, a veces suceden cosas buenas en esta ciudad. El viernes y luego de la reunión con el intendente, en palabras del propio presidente del Club de Pesca, decidieron dar por finalizadas las negociaciones con Aldrey, ante el estado de asamblea entre socios del club y por temor a ser objeto del desprecio social por la sociedad en general. Una decisión de sentido común que pone fin a una trapisonda de tantas a las que el Gallego nos tiene, lamentablemente, acostumbrados.