Necesitaban una temporada ruinosa para retomar el relato que busca imponer la cadena de corte y pegue sobre la marcha de las cosas en la ciudad. Necesitaban una catástrofe económica que diera pábulo a su relato de decepción y falta de políticas. Han probado con todo, y nada resulta como lo plantean. La primera quincena trajo 18.000 turistas más que la temporada precedente; la segunda explotó -al decir de Crónica TV-, y el último fin de semana de enero, la ocupación fue del ciento por ciento de la capacidad oficialmente instalada.
Hay ganadores y perdedores, pero eso tiene que ver con cambio de hábitos y costumbres. Hay un cambio de escenario, y son muchos los que no se dieron cuenta de que el cambio estaba servido. Por eso hay consecuencias y quejas. No fracasa la temporada; fracasan los que se duermen en su éxito y no cambian. Lo dice la historia: el que no cambia, perece. O es estúpido, como aseveraba Borges.
Cambia el escenario, y actores privilegiados por décadas se alzan críticamente ante una realidad que los golpea en la víscera más sensible: el bolsillo. Es su situación de negocios la que lleva a Avedis Saharkian, en nombre de la Asociación Hotelera Gastronómica, a denunciar el desvío de los recursos del Fondo de Promoción Turística a Rentas Generales. La denuncia de Saharkian y su crítica durísima off al intendente Arroyo en términos personales condujo, graciosamente, a la mise en scene de la presentación “espontánea” de Daniel Scioli en el local de la firma Manolo en calle Alem.
Avedis no supo, no pudo, o no quiso cambiar su perfil de negocios, el que por cinco décadas les dio a él y a su familia, ejemplo de trabajo y esfuerzo, un resultado excepcional, que en esta temporada está muy por debajo de la media de los pasados años o décadas. Pero creer que esta mala temporada de Manolo es consecuencia de la mala política del gobierno de Macri, o que la pésima performance que le adjudica Saharkian a la gestión de la intendencia de Arroyo y la falta de promoción turística es la responsable de esta coyuntura, es negar los cambios que visiblemente se advierten a poco que se miren objetivamente los datos duros del flujo turístico y su gasto económico este verano.
NI Alem ni Rivadavia o la Peatonal son hoy centros de movimiento turístico excluyente como ocurría años atrás. Hay un cambio de pautas de consumo que han generado nuevas y competitivas acciones comerciales. Caso uno: las cervecerías artesanales, que han modificado el punto de elección de los más jóvenes, que a su vez arrastran a sus mayores y se llevan consigo toda la franja de entre 18 y 45 años.
Hoy los cambios de tendencia de consumo generan, junto a los cambios demográficos en Mar del Plata, un escenario de ganadores y perdedores que no estaba en los planes de nadie y provoca estos escozores. Olavarría, el centro gastronómico cervecero de la zona Güemes; Córdoba y sus intersecciones -Alvarado, Castelli, etc- y la definitiva consolidación de Constitución como área que define un hinterland urbano consolidado, con su dinámica e impacto sobre ámbitos y costumbres de cientos de miles de marplatenses y turistas, son realidades innegables que no debe ser subestimada a la hora de comprender qué ocurre en la temporada.
No es Arroyo o el uso de los fondos de promoción turística, sino la actualidad de una ciudad que una vez más muta sin aviso y deja un escenario novedoso de ganadores y perdedores. El que no cambia…