Cambiemos, ¿qué cambiar?

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Es un hecho que lo que viene en Mar del Plata será complejo; no resiste líneas simples para interpretar y entender. Hay dos factores que colisionan en el ámbito de la elección que llevó a Carlos Fernando Arroyo al sillón principal del municipio: la naturaleza misma de la coalición política, que en su seno contiene a grupos distintos, hoy en una puja exacerbada por ocupar cargos, y los oropeles del poder, esa estúpida feria de vanidades.

Por un lado, quienes integran la Agrupación Atlántica, matriz del armado propio del candidato triunfante, reclaman derecho de pernada en cargos y roles. Y no es menor lo que propone la UCR local, dividida y sin expectativa de cerrar sus propias contradicciones, actuando como si le cupiera un rol que no fuese el de acompañar.
Preocupa asimismo la reaparición en la escena de figuras que son tan adecuadas al momento como una piedra en el cuello, como es el caso del ex funcionario de la ONCAA Sergio Paleo, de diario “cafecito” con el ex presidente del Concejo Deliberante Nicolás Maiorano, debatiendo ambos vaya uno a saber qué. Bueno, quizá sea la reiterada amenaza de Maiorano de arreglar con Pulti, que virtió horas después de perder la PASO en casa de dirigente radical, ante la indignación de los presentes.
El cruce público en términos bastante violentos que protagonizaron Carlos Aramburu y Maiorano en una confitería de la calle Yrigoyen expuso ante todos el nivel de miseria personal que atraviesa a la UCR en este momento, motorizada por actores marginales que se mueven en la periferia de la política y podrían llegar a crear una situación potencialmente explosiva.
La asunción de Arroyo puede llegar a ser un escenario de batalla escandaloso si no se advierte lo que ocurre en los pliegues de un poder herido pero no fenecido. Gustavo Arnaldo Pulti no se va a ir así nomás, porque, insisto, está herido, no derrotado. A ello se le suma un dato no menor, y es que un sector de la UCR liderado por el ex senador mandato cumplido Jesús Porrúa intenta quebrar el bloque e intervenir el partido. La crisis que este hombre juega a provocar es increíble por lo adolescente y mezquina. El “mediocres” de Mario Roberto Russak resuena en el tiempo, incordiosa y rigurosamente verosímil.
En este escenario, resulta también insólito que, incluso habiendo publicado el diario La Capital una desmentida acerca de la verdadera naturaleza del ataque ocurrido en Plaza España días atrás, la UCR no exponga un documento crítico sobre estas maniobras. Porque está claro hoy que no se trató de un ataque a gays perpetrado por grupos neonazis, sino apenas una disputa de idiotas que pelean territorialmente por el dominio y control de una plaza pública como expresión de supremacía y poder.
Lo que debe analizarse es el riesgo que implica el dejar en manos de gente que es capaz de cualquier cosa la dinámica del juego político mediático. José Luis Zerillo, titular municipal de Derechos Humanos, convirtió un episodio de agresión a una menor y la consiguiente respuesta del grupo que orienta el padre de la chica, un actor público sin representación política o social alguna, un ataque neonazi y homofóbico que no existió. Y ya todos sabemos que cuando se invocan ciertos miedos, no hay razonamiento ni juicio crítico.