Carroñeros del dolor

La sociedad está lamiendo sus heridas: las del estropicio monetario, del saqueo de los recursos públicos efectuado por bandas organizadas de ladrones de guante blanco —o grises— que se apoderaron de los millones y millones que pertenecían a la sociedad. O a «el pueblo», esa masa amorfa que se moldea desde el discurso, pero a la que se ignora al momento de darle respuesta a sus necesidades más básicas.

Los carroñeros del dolor hablan de «hambre», de «muertes por hambre», de «ausencia del Estado», conceptos que suelen desaparecer del discurso público en el momento mismo en que asume el poder alguien que se dice peronista. Mientras gobernó el peronismo, parece que no hubo jubilados vulnerados en sus derechos, ni aun cuando Cristina vetó el 82% móvil en nombre de la eficiencia fiscal. En ese momento, nadie se rasgó las vestiduras. La ex presidenta destruyó el equilibrio fiscal, despilfarró u$s54 mil millones de reservas, y nadie dijo nada.

En estos días, en Mar del Plata, vemos a la renacida Ana Laura Vulcano —de quien no supimos nada durante los años de gobierno de Fernández— hablando de una muerte por hambre en la ciudad. En la última crónica en la que se la cita como fuente del saber, señala que, junto a la Catedral, había una persona envuelta en frazadas, durmiendo a la intemperie. Curioso que no haya ninguna buena alma católica que se haya acercado a la persona sufriente para ofrecerle una cama. No, no digo que la coordinadora de los barrios de las periferias de la lleve a su casa, pero sí quizás a un lugar apropiado, en donde pueda bañar y comer algo caliente. O, quizás, como estaba allí, a la vista de todos, en el centro de la ciudad, y no en la periferia, se considera que esa persona no corría riesgo.

La última movida en el Congreso en nombre del padecer de los jubilados fue una acción política de la izquierda —siempre funcional al PJ—, calcada de la intentona golpista que buscó hacer caer la ley que ordenó las jubilaciones en el gobierno de Mauricio Macri. Hubo de todo: banderas rojas, banderas palestinas, falsos tullidos y toda la parafernalia que acompaña a estas míseras conductas políticas.

Todo esto sucede a caballo de un gobierno que, la más de los días, se asemeja a un vodevil de mal gusto, a un gallinero lleno de avecillas cloqueadoras (sic) beneficiado por un escenario en el cual nadie está en condiciones de correr del centro a la fuerza política que nos gobierna

En esta conducta felona de hacer bardo con el sufrir del otro en nombre del pueblo, la curul de AM —guiñada por su jefecito político, el ex intendente Cospelito— habla del «sufrimiento del pueblo» a raíz de los costos de la energía. Asegura que el mismo es insostenible y violento. Una publicación de Camuzzi evidencia el paso en falso de la concejal que buscaba, desde el discurso, adueñarse del sentir de la sociedad: asegura que el cumplimiento del pago está en el orden del 98%.

Por otro lado, el uso de un hecho de violencia como lo es un disparo contra una ventana, en este caso, en la sede de ADUM, es usado políticamente por el secretario general del gremio que abandonó el silencio monacal que sostuvo durante todo el gobierno anterior para empujar movidas semanales de reclamos por «el hambre de los docentes y no docentes de la UNMdP».

Hasta un disparo en la noche en un área donde hay un alto nivel de inseguridad, les viene bien. Todo les viene bien, porque son cínicos y mentirosos.