La obstinación puede ser un buen dato de la personalidad, habla del carácter. La obcecación en cambio —que suele confundirse con el anterior término— lleva a errores fácilmente evitables.
La obstinación en llevar a buen puerto los asuntos públicos de General Pueyrredón en un contexto hostil hace que el obcecarse deje la cancha expedita para ganarse un varapalo innecesario. Eso es, en síntesis, lo que devino en el último escandalete maximizado por la cadena de corte y pegue que, animada desde el multimedio de Florencio Aldrey Iglesias, busca un hueco en el muro para derribar la intendencia de Carlos Fernando Arroyo.
Desde este esperpento que es la Defensoría del Pueblo, los tres habitantes de ese espacio de guerrilla política al servicio de la nada fueron al Concejo Deliberante a “denunciar” que 300 handys de alta tecnología dormían en sus cajas, tal como habían llegado en mayo de 2018.
La carga fue certera: atraparon a la administración con los calzones bajos, y en una espantosa muestra de falta de coordinación, que habla —una vez más— de la falta de affectio societatis en el gabinete. Cada uno salió a cubrirse como pudo, ergo, todo mal.
Si algo faltó fue el rush de Vilma Baragiola que —si bien pondera públicamente la exitosa tarea de la administración en materia de seguridad—, claramente fue por el tema gozando de poder colocar al Secretario de Hacienda en un entre dicho mal.
Hernán Mourelle concluye la semana herido en dos temas de alto perfil: la tasa de publicidad a los teatros —que finalmente será derogada aun habiendo sido incluida en el presupuesto 2018—, y este engorro de egos que llevó a paralizar la puesta en operatividad de estos 300 Handy de código encriptado que debían estar operativos desde —cuando menos— julio del año pasado. Ser obcecado, trae consecuencias.
Esta gestión disruptiva para con el poder concentrado de la ciudad no puede regalar estos baratos. Es obvio que, ante una gobernación que ve la realidad de los distritos por el lente de los medios barriales de Capital Federal —a los que se suele llamar “nacionales”—, insistir en dar batalla por el cobro a los teatristas era regalar un escenario en donde el piso estaba inclinado.
No sólo es un esquema que funciona a partir de los adversarios: el fuego amigo —léase: los partícipes de la administración que vienen de distintos campamentos políticos—, también juega su partida. Es obvio que, alguien, desde la propia administración, advirtió a los integrantes de la Defensoría. Y es obvio que quienes se sienten desplazados de la intimidad del despacho principal de la comuna juegan al desgaste del Secretario de Hacienda.
Es un hecho ya innegable que debería estar siempre sobre la mesa: en el gabinete no hay amigos, sólo compañeros de ruta, algunos de tan subido ego que se adjudican haber “inventado” al actual intendente y claman por su lugar en la mesa chica. A esos hay que mirar, a los que dejaron en claro que son capaces de cualquier cosa y no dudan en dañar a como dé lugar.