La conferencia de prensa del intendente Carlos Fernado Arroyo el día 23 de Mayo disparó chispazos intensos en la manzana de las sombras y alumbró para el vecino de a pie, alejado del cotillerío político, mediante la utilización de términos poco usuales, la vida política local.
Arroyo habló de idiotas y de ganapanes, habló de concejales con nombre y apellido, y dio fundamentos ciertos sobre la estructura de gasto y personal de su gestión. Es un dato concreto que se juega un juego que, tiznado de política, favorece a los poderes consolidados en Mar del Plata. Cito dos nombres: Angélica González (CC) y Mario Rodríguez (UCR) que a diario peroran en los medios, en particular la media digital llevada de las narices por el multi Ladrey, que zapa y zapa buscando el desgaste político de Arroyo al tiempo que impulsa la candidatura del vecino de San Isidro Guillermo Montenegro.
El hartazgo llegó gracias al combo que estos tres provocaron, plantando la idea de la incorporación a mansalva de agentes municipales. En especial González, quien se ha ganado últimamente su microsegundo de notoriedad impulsando una baja del valor de la tarifa de colectivos en diez centavos o una caída de la tarifa de OSSE de un diez por ciento, alegando extrañas razones de interés por el pueblo que no son sino un populismo de extraña carnadura que no le resuelve nada a nadie.
Angélica González presentó un proyecto en el Concejo Deliberante para “parar los nombramientos de planta política los últimos seis meses del gobierno”. No se anduvo con chiquitas, y expresó: “No es más que el festín de nombramientos que se están haciendo para asegurar que su gente quede súper bien ubicada en cargos especiales. Encima vive creando estructuras y superestructuras para nombrar a más gente”.
Los datos son concluyentes: no hay festival de nombramientos, por el contrario, lo que hay es una reducción sustantiva de la cantidad designada por la gestión anterior. Arroyo paga su bonhomía cuando, al asumir, no convalidó que se finiquiten algo más de ochocientos contratos que eran incorporaciones del último tramo de la desgestión que, durante ocho años, devastó la hacienda pública. Subido al carro que facilitó González, el vecino de San Isidro —el preferido del hada triste de Morón— salió a sumarse al brulote sin datos y sólo envuelto en su oportunismo berreta de consumo local.
Guillermo Montenegro vomitó su saber de Perogrullo en La Capital, off course. “No entiendo cómo no es acompañado por la totalidad de los concejales. Es necesario frenar el sinfín de designaciones, porque tenemos que dar el ejemplo” dijo, y agregó: “Dada la situación económica del municipio, seguir incorporando personal frente al discurso de austeridad que se pregona sería una falta de respeto para los vecinos”. La falta de respeto de estos idiotas es repetir como loro, sin ton ni son. El ganapán de Montenegro le habla a una Mar del Plata que sólo existe en la imaginación del corifeo que lo rodea, aupados en el predicamento goebbeliano de “miente, miente que algo queda”.