Esta semana se llevó a cabo en Mar del Plata un coloquio sobre seguridad que trajo a la ciudad a la ministra de Interior Patricia Bullrich y al ministro provincial Cristian Ritondo. El encuentro se realizó en instalaciones del hotel Hermitage, una decisión que se desconoce si se tomó por compulsa de precios o sencillamente para mantener el statu quo, que, travestido de color —ya no impera el naranja—, ubica a actores repetidos en el reparto y la apropiación de fondos de la renta pública.
Obvio es que por ser el encuentro realizado en propiedad del sometido a investigación por lavado de dinero Florencio Aldrey Iglesias, el intendente Arroyo no concurrió. Claro que entendiendo que lo formal protocolar es todo un tema, a pedido de los organizadores la comuna asistió al evento, haciéndose cargo de los traslados en la ciudad de la ministro Bullrich, cediendo la orquesta de tango municipal para la fiesta que se dio en el marco del encuentro, y facilitando la Guardia del Mar para dar escenificación a la llegada de los invitados al evento. La única concesión política fue la participación del secretario de Seguridad municipal Marcelo Lencina en uno de los paneles que expusieron sobre la siempre delicada cuestión de la seguridad.
Lo ocurrido revela la falta de tacto político que los integrantes del PRO en Cambiemos exhiben cuando en cada ocasión, como cucharada de ricino servida de prepo, usan a la ciudad como su patio trasero. En cada oportunidad han colocado al vecino de San Isidro Guillermo Montenegro para la foto, en lo que es una sistemática falta de respeto al poder político local y a los marplatenses por extensión. Y todo acontece al compás de cambios en materia de seguridad que, por caso, avanzan en el desmantelamiento de las policías locales en toda la provincia, y la renuncia del exjefe de la fuerza a nivel local, Fernando Telpuk, decisión que públicamente se dijo que era por presiones políticas, pero que no fue sino la consecuencia imprevista de una situación íntima de Telpuk.
Sabiendo por dónde duele, Telpuk no se fue en silencio, y señaló, en relación al nuevo hecho de corrupción que involucra a seis funcionarios de la policía provincial, que el combustible de los patrulleros ha sido históricamente una caja de la que echaron mano los comisarios y policías sin controles. “El municipio debe ser el primer interesado en que el combustible vaya a los móviles para que esos móviles recorran la ciudad, porque si no hay combustible, no se recorre, y si no se recorre, no hay prevención posible”. Obvio es que la cobertura del evento ni rozó un tema que no hay porqué pensar que sólo ocurre en Mar del Plata.