La elección del presidente del Honorable Concejo Deliberante de General Pueyrredón debió haber sido una fiesta. En cambio, estuvo a punto de convertirse en una catástrofe institucional. Hubo impericia política, soberbia, amateurismo en una tremenda ensalada que terminó probando horas de debate con aprietes insólitos y un final en el que Marina Sánchez Herrero debió votarse a sí misma para terminar ocupando el cargo.
No fue lo único: la elección de la presidencia del Consejo Escolar fue, en paralelo, otra muestra de la fragmentación política local y de los costos de la frivolidad a la hora de forjar alianzas o decidir quién sí y quién no ocupa la nómina de cargos de cara a una elección.
Así como surge legítimo que el agrupamiento político que ganó ampliamente la elección, Juntos por el Cambio, aspire a presidir estos dos ámbitos, es un dato obvio que la coalición de fuerzas que está en frente puede ir, cuando quiera, por todo. Sin ir más lejos, lo hicieron en el Consejo Escolar, ungiendo a Natalia Russo.
La situación actual es hija de la impericia política que marcó las estrategias de confección de las listas tanto en 2019 como en 2021. Hace dos años, una extraña alianza con el ahora extinto partido «Fe» que lideraba en ese momento el hoy fallecido «Momo» Venegas llevó a que Nicolás Lauría llegara a ocupar un carco en el Concejo Deliberante, incluso ubicándolo en el primer lugar de la línea sucesoria de la municipalidad. Esa decisión, ya en su momento extraña, terminó siendo la simiente de lo que se vive hoy en donde, luego de haber ganado las últimas elecciones en el distrito, el oficialismo se encuentra en minoría.
Obvio que hay que sumar, en este entramado complejo, la pelea de Guillermo Montenegro con Lucas Fiorini, quien armó un partido local con vistas de ocupar el lugar que dejó vacante Acción Marplatense. Si bueno no llegaron a ubicar a ningún curul en el Concejo, la dupla de Alejandro Carrancio y Nicolás Lauría termina traccionando a los ediles del FDT. Es tal el grado de fastidio que todos se profesan entre sí, que ya trasciende lo político, y se hace personal al punto de que sea imposible encontrar puntos de contacto.
Durante la campaña, desde el partido CREAR sostenían que Montenegro tenía atado un acuerdo con los ediles Mantero y Taccone que, en lo político, son ambos peones del juego que aún le queda a Gustavo Pulti. Y es sabido que «Cospelito» bien podría ser el hermano gemelo de Sergio Massa. El «ventajita» local olfateó sangre y fue por todo, acorralando al oficialismo que no tenía a nadie en capacidad de negociar sensatamente.
Como resultado, en la partida quedó al desnudo el amateurismo de la bancada de Juntos por el Cambio. Pulti llegó hasta el extremo de pedir uno de los juzgados de falta para sí, y eso marcó un poco el fin de la historia. Han estado a muy poco de perder la presidencia del Concejo, la cual ya asume con un desgaste enorme. Hay una lección clara: no se puede ningunear a todos todo el tiempo. Ni en lo político, ni en lo cotidiano.