La sucesión de hechos de sangre y las muertes en siniestros de tránsito han agotado al personal de policía científica y a los responsables del área forense que, sin medios, no dan para más.
La imprudencia esta al orden del día: se transita a velocidades excesivas por toda la ciudad y la falta de control agrava las cosas. Tres muertos en cuatro días. Un hombre de 44 años circulando en moto por la costa que pierde el control e impacta contra la trompa de una camioneta de pequeño porte de frente; un joven de 22 años que circula a contra reloj por el mismo sector y se sale de rumbo, cruza el carril, y muere en el acto. Todo en horas de diferencia. En el fin de semana, un joven de 19 años que hace “willys” por medio de la avenida Jorge Newery, al sur de la ciudad, pierde el control y se mata al impactar contra un vehículo que venía de frente. Y la saga de muerte sigue.
Es obvio que no hay modo de poner un agente de seguridad o de tránsito en cada calle, en cada esquina. Pero tampoco hay una política de educación y prevención consistente para formar una mejor conciencia social. La anomia impera.
El récord criminal en este 2024 es de 22 asesinatos a balazos, y 40 heridos de bala. En los últimos días, dos evadidos que rompieron sus pulseras electrónicas fueron también noticia, ambos por asesinar a otras personas con extrema crueldad.
La nueva jefatura policial esta espantada de advertir lo que está ocurriendo en la ciudad, en donde la furia crece. Un ladrón que buscó apoderarse de una bicicleta en la peatonal fue detenido por transeúntes y apaleado hasta que llegó la policía. Patear la cabeza del caído, es ya de estilo.
Un ladron se roba una moto de delivery con GPS incorporado. Los colegas de la víctima se formaron en manada, rodearon al delincuente, y lo comenzaron a apalear. Llega la policía y debe emplear balas de goma para dispersar a los ciudadanos que ya sólo creen en tomar venganza, porque decir «justicia por mano propia» es un oxímoron.
Horas antes, los trabajadores de delivery se habían congregado cortando la calle en pleno centro, con una pancarta que decía «Segovia ladrón tenes que terminar preso». El nuevo jefe departamental fue al lugar a poner la cara y se la llevo —figurativamente— llena de dedos.
José Luis Segovia está preso en Batán junto a otros policías. Ya hay uniformados alojados allí que entre los delincuentes y criminales se corre una voz que podría sonar jocosa: que presentaran una carta a la dirección del penal para que los trasladen a un lugar seguro. Con tantos poliladros, temen que los roben.
Hace falta reestructurar el sistema en Mar del Plata: un plan de seguridad y control efectivo del tránsito que imponga criterios de tranquilidad y orden. Recordemos que para eso es que lo habían votado al intendente en su momento.
Ciudadanía con memoria breve, terreno ideal para aventureros.