El día posterior a las elecciones, un candidato del cristinismo expresaba públicamente su decepción, señalando que espera otro acompañamiento del electorado en la ciudad. Eso dicen en público, mientras para adentro destrozan desde el verbo tanto al intendente como a la candidata Vilma Baragiola. Subidos a un extraño púlpito de autocomplacencia, desprecian al otro y se sobreestiman. Así les va.
Siguen recurriendo a tópicos gastados por los años de pasada malicia con operaciones cerriles como la que se armó contra Vilma, quien fue gozada, entre otros, por Carlos Katz, que fagocitaba las redes replicando una y otra vez cuanta info ruin se publicara, salida de la usina que manejaba con fondos públicos el exintendente Pulti.
La idea de encontrar una bala de plata que saque del camino al intendente y a la candidata que lidera la lista se cae en cada ocasión que la sociedad es convocada a votar. ¿Por qué? Es algo misterioso cómo se arma el escenario que al fin de la historia se expresa en la urna. Un dato es que hay una construcción que tiene mucho que ver con lo que se gestiona en el día a día junto a la gente.
Esta semana, un intento de retornar a limar la gestión chocó contra la realidad. El Sindicato de Municipales -que aún reporta al exintendente Pulti- realizó una asamblea y anunció un paro si a la 0 hora del jueves 7 no estaban depositados los salarios de planta municipal. Pero se quedaron con las ganas. El interrogante es qué ocurrió para que la agrupación Conejo Negro impulsara una asamblea y obtuviera de su cuerpo de delegados una resolución de paro. Arroyo, en recorrida con periodistas, al ser preguntado al respecto, dijo que los dirigentes gremiales habían actuado sin información y apresuradamente, a lo que estos respondieron, en palabras de Antonio Gilardi, que ellos habìan decidido sobre información surgida del propio Ejecutivo.
Los dos tienen razón: Arroyo, cuando dice que hablan sin saber, y Gilardi, cuando dice que la información salió del Ejecutivo. Un integrante del Ejecutivo que hace de correveidile del armador de negocios menores de La Capital, Marcelo Pasetti, le secreteó a éste que no estaba la plata para pagar, y que no había solución a la vista, pucheros incluidos de lo mal que La Plata trata a la ciudad.
Y ahí hay todo un tema. El Gobierno provincial les falta el respeto a los marplatenses, que le dieron otra vez un voto de confianza que le negó Lanús -Néstor Gridetti fue para atrás- y Quilmes con Martiniano Molina. Y ni hablar de la derrota en San Miguel con el impresentable de Joaquín de la Torre, que ya no podrá ir a dar lecciones de política a ningún lado.
La llave de esta mala relación -en la que hay mucho de caprichito menor- la tiene el propio Carlos Fernando Arroyo, que se la tiene que creer, y de una vez por todas hacerle notar a María Eugenia Vidal que merece su respeto en nombre de los marplatenses. Esto no es estética ni cuestión de vestuario, es política; no se trata de otra cosa.