El concejal Marcos Gutiérrez, integrante del frente de “algunos todos”, viene lanzando una tremenda batalla discursiva en la que busca plantarse como “el opositor”. Una batalla inútil, un farol que oculta los ruidos reales de en lo que está envuelta la corporación deliberativa.
La sesión de la Comisión de Hacienda en la que los ediles se cruzaron con el secretario de Hacienda y el secretario de Gobierno, y que tanto agitó a los habitantes de ese universo cada día más alejado de la gente, convocó a apenas a algo más de mil interesados, que siguieron los debates vía streaming.
La pirotecnia verbal exhibida en la ocasión no modifica la vida de los vecinos. Se presentó un presupuesto acotado a muy pocas obras, y un acuerdo salarial con gusto a nada, luego del tremendo farol de los conejos negros que entregaron a los municipales por un muy magro 5% que, encima, ya estaba cerrado por la anterior gestión.
Es obvio que el frente de “algunos todos” va a votar en disidencia el presupuesto, el primero de Montenegro que se presenta ya dada la situación de “cuarenterna” (sic) y que es paupérrimo. No exhiben voluntad alguna de darle lugar a los cambios que esta tremenda situación que nos toca vivir permitiría. Sin ir más lejos, estudios de tiempo anterior señalan que hay un excedente de planta municipal de, cuando menos, un treinta por ciento.
No hay voluntad de hacer política para los vecinos. La corporación deliberativa ha mutado a un órgano auto satisfactivo que busca, cada día más, asimilarse a un empleo público permanente. El primer paso se dio en la nefasta gobernación de Eduardo Duhalde. En ese momento, se armaron los instrumentos que enganchan los cargos de la política con los salarios municipales. Más complejo aún es que, quienes ocupan cargos políticos, luego busquen quedar en planta permanente y sumen capas y capas de beneficiarios de este estado de satisfacción para una oligarquía construida con el dinero de la gente.
Esta pandemia sacó a la luz un nuevo paradigma: hasta ahora, con sólo concurrir ya se decían a sí mismos: “estoy trabajando”. Hoy, la sevicia es de tal grado que en muchas áreas concurren sólo semana de por medio y, en otras, cada dos semanas. Ni siquiera hacen “home office”. Eso sí: el salario, lo perciben integro.
Es tal el grado de irrealidad, que una jefa de sección llamó al personal para preguntar quién se tomaba “el código 15”. Es un código permite ausentarse sin dar explicación alguna. Pregunté, años ha, por esta anomalía, y recibí por respuesta: “en la muni no pagan presentismo, así que el que concurre sin faltar recibe en compensación un día integro para sí”. Mi interlocutor estuvo un tiempo largo defendiendo la lógica de este disparate.
La discusión que tan certeramente introdujo la ministro de educación de CABA, Soledad Acuña, abrió un debate que estaba en sordina en el país: la calidad de formación de los docentes y la necesidad de clases presenciales. En General Pueyrredón, prima el silencio de modo cruel para los chicos. Está tomado el Consejo Escolar, y la instrucción que tiene la presidenta Carina Cermesoni (PRO), es de hacer silencio.
Lejos de la gente, sólo faroles detrás de los cuales hay sordos ruidos.