En el único lugar del planeta en el que Florencio Aldrey Iglesias podría ocupar el lugar que ocupa es en nuestra triste aldea urbanamente extendida. Correveidile de Manuel Fraga Iribarne, el aldeano de Lugo siempre fue un mandadero: llevaba las valijas del retorno por los negociados de las ayudas europeas que se emplearon para dar forma al “Ideal Gallego”, un medio que teóricamente ilustraba los ideales de Galicia y que se imprimía en los talleres de La Capital. En los 90 era un dato de la realidad que cada mes Aldrey viajaba a España, más concretamente a Galicia, portando una valija que a nadie confiaba.
La relación de Fraga Iribarne con la mafia gallega está sumamente documentada y hoy hay pedidos de investigación que caen sobre Mariano Rajoy, gallego él y heredero de la red de relaciones forjadas desde los años del franquismo, de la que todos ellos han formado parte. Titula el Xornal de Galicia el 9 de abril de este año: “La Guardia Civil desarticula una organización criminal dedicada al blanqueo de capitales procedentes del narcotráfico mediante el uso de criptomonedas”, agregando en su desarrollo que “se ha podido demostrar la bancarización de dinero procedente del narcotráfico por valor de 8.369.867 euros en efectivo, mediante el uso de 174 cuentas corrientes abiertas con la única finalidad de crear una gran estructura de blanqueo de capitales”.
Abunda el artículo de referencia que “dentro de las múltiples metodologías de blanqueo detectadas por parte de los investigadores, destacan principalmente el uso de tarjetas de crédito y la compra venta de criptomoneda. Respecto al uso de tarjetas, la parte de la organización criminal asentada en España dedicada a la venta de sustancias estupefacientes, aportaba grandes cantidades de dinero en efectivo al grupo de blanqueadores, quienes disponían de la infraestructura para llevar a cabo la denominada “bancarización” de dicho dinero. Este blanqueo de capital se producía mediante el ingreso del dinero en efectivo en pequeñas cantidades en diferentes cajeros automáticos de España, para lo que contaban con una amplia red de testaferros. De manera paralela, miembros de la organización criminal se desplazaban a Colombia con las tarjetas de crédito asociadas a las cuentas corrientes de ingreso, desde donde se realizaban retiradas de efectivo de cajeros automáticos en varias ciudades colombianas como Cali, Bogotá, Medellín y Cúcuta, así como en la ciudad de Panamá”.
Obvio es que nada de esto se publica, no ya en Mar del Plata, sino en Argentina, donde se recibió al premier Rajoy sin que periodista alguno preguntara al respecto, pese a existir material publicado más que suficiente y habiendo un pedido de interpelación parlamentaria por estas relaciones entre narcos gallegos y el PP de Galicia. Concretamente, según señala el periodista y escritor Nacho Carretero, autor de “Fariña”, el joven Rajoy era el único que se oponía a la narcopolítica en los 80, y por eso Fraga le dijo: “Mariano, vete a Madrid, aprende gallego, cásate y ten hijos”. Sin embargo, recientemente, el actual presidente de España celebró un acto electoral en el Moropa, barco perteneciente a uno de los clanes de narcotraficantes más importantes de España, según la policía. Informa el medio Galicia Confidencial que Rajoy subió al barco de los narcos en un acto de las elecciones europeas de 2009, y es difícil que no supiera que, al menos desde 2006, la prensa local habla abiertamente de la vinculación de los dueños del barco con el tráfico de cocaína.
Lo revelado esta semana por N&P en la investigación central de esta edición sobre lavado de activos que involucra a Aldrey Iglesias, Daniel Scioli y Luis Alberto Peluso, es un capítulo más de estas tramas mafiosas que se cubren de impunidad con la política a ambos lados del Atlántico.