El chiquero lo hacemos todos

tap988
Comencé a seguir este tema en septiembre de 2015, ante el brote de triquinosis que afectó a setenta y cuatro personas en la localidad de Batán. Parecía una noticia del pasado, de casi imposible desarrollo en el siglo XXI. Pero no, ocurre aquí y ahora entre nosotros.

La administración de Gustavo Arnaldo Pulti navegó el tema por medio de su alianza con los medios buscando evitar un alto impacto y jugando a minimizar la situación a través de la recomendación de ver con cuidado el origen del chacinado antes de comprar. Ergo, la idea era -y así fue logrado- que la dimensión del problema quedase oculta a la vista del vecino en general. La historia nunca se publicó con nombres propios, sólo se daba el número de afectados y las declaraciones de funcionarios menores, que señalaban que el responsable del brote estaba identificado, aunque jamás se dio mayor información sobre él.

En este momento hay una queja generalizada por los niveles de basura que se arroja a diario en cualquier parte de la ciudad; ése, el de la profilaxis, es un aspecto del problema. Sin embargo, el problema de fondo es la existencia de los denominados “chancheros”, que recogen desperdicio de alimentos de distintos establecimientos gastronómicos para alimentar a sus piaras sin ningún control bromatológico. Esta modalidad es escasamente combatida por la comuna; las estructuras municipales, o están adormecidas ante el problema, o son cómplices de lo que ocurre.

Ante diversas versiones de quién debe actuar y cuándo, recorrí prácticamente todo el espinel comunal, para hallar que la respuesta más frecuente es: “yo no, preguntá en la dependencia de al lado”. A Inspección General no le corresponde; a Bromatología, tampoco… pues entonces, ¿a quién le corresponde? Casi todos aquellos a los que recurrí ubican a un sujeto conocido por el nombre de su emprendimiento, “Porky”, feroz, territorial, capaz de enfrentarse con los inspectores municipales a cara de perro y habiendo logrado literalmente que estos le teman. Un ex funcionario político que pasó por distintos cargos, siempre con enjundia en el rol de la ocasión, me asegura que Porky no es el único, pero es el que más lleva este negocio. Que ha logrado que todos le teman, que siempre logra seguir adelante, y que por más que se le han secuestrado los camiones, una y otra vez vuelve a la suya.

Obvio es que el negocio basado en alimentar a los cerdos con restos y desechos debe de dejar buenos dividendos. Pero es evidente también que algo falla en el ordenamiento municipal, si el que viola las ordenanzas municipales y las leyes bromatológicas puede hacer lo que quiere desde hace décadas. Amén de ello, hay que señalar que existe un esquema de disposición de residuos alimenticios con empresas habilitadas que están en el sistema, pagan todos los cargos de ley y sufren una competencia ilegal que luce impune. Hacer el cambio es un proceso cultural largo y complejo que se inicia por hacer cumplir la ley, y que los que perciben del Estado un estipendio por su trabajo lo lleven a cabo sin excusas. Esas excusas que abundan tanto como los chancheros, a su aire y gusto sin cargo de culpa alguno.