No es necesario aclarar que Julián Busetti es un incompetente con serios problemas de conducta. Se podría pensar que se trata de Asperger, pero dicha condición por lo general hace a quienes la padecen brillantes en alguna otra faceta de la vida. Sin embargo —claro está— Busetti no es ningún Sheldon.
Más allá de las razones, como suele decirse, el problema aquí no es el chancho que hace chiquero en cualquier lado, sino el dueño. Porque obvio es que Busetti sin dueño, padrino o lo que sea, difícil que siquiera la empresa que hace la limpieza del palacio lo incorpore a su staff de trabajo. Ironía cruel la mía: ¿trabajo? No por nada es conocido en la política lugareña como el «niño ñoqui». Sujeto mínimo, no habrá página alguna de la historia de la política lugareña que jamás lo cite.
Entonces, ¿por qué ocuparse de niño ñoqui? Porque haberlo elegido a él para que ocupe la lista dejó fuera del Concejo a personas capaces, que le darían un mejor servicio a la ciudad que este botarate cuyo único mérito es tener algún que otro «like» en X.
Al mejor estilo de los niños pioneros del Soviet, Busetti hace lo que la comandancia le indica. Y no hacía falta provocar a la bancada de los unidos patrióticamente con una imagen ampliada de Cristina y Chávez, motivando una gritería infame en un medio de un día intenso, en el que el presidente del bloque, Agustín Neme ya había acordado reglas de juego civilizadas para un tema que ya venía innecesariamente caliente.
El papelón del niño ñoqui —para solaz del dueño de chancho— dejó al bloque al borde de un quiebre que se puede producir en cualquier momento. Agustín Neme, en medio de una discusión muy fuerte, señaló: «ya que no actúa en conjunto, ya que no respeta mi autoridad como presidente del bloque, renuncio». Sin embargo, dicha renuncia no fue aceptada.
En el proceso de reordenamiento que está llevando adelante el PRO y entendiendo que la relación de Neme con Macri está en su mejor momento político, recularon en chanclas. Aseguran que llamarán desde la komanda —en ruso en el original— para, cuando menos, intentar bajar la temperatura.
No es sólo un papelón lo que estúpidamente perpetra el niño ñoqui, sino ya el solo hecho de que Busetti esté ahí, sentado en el Concejo Deliberante. Es una falta de respeto a la democracia. Si fueran sensatos, le deberían ordenar que pida licencia y enviarlo a algún cargo en el ejecutivo que lo mantenga lejos de la mirada pública. Sí, seguiría siendo impúdicamente oneroso para todos pero, cuando menos, no vivirían una vergüenza a diario.
Si el PRO quiere tener un rol preponderante en la política marplatense en los próximos años, esto es algo que debe corregirse cuanto antes.