Supongo que debería reírme, ya que no da para llorar que vendan el cuento del parte de inteligencia revelador que le da a Clarín la oportunidad de citar hechos acontecidos en Mar del Plata que hace rato estaban a la vista de todos.
No hace falta un reporte de inteligencia para establecer que “Chacho” -no “Cacho”- Berrozpe estaba a cuatro cuadras de los hechos de violencia en el ataque coordinado al Presidente de la Nación, la Gobernadora y autoridades locales y no en el exacto punto; o que la concejal Débora Marrero es uno de los actores políticos de Acción Marplatense, quien ha coordinado de unos años a esta parte acciones con grupos violentos, como se vio en ocasión de la destitución de Vilma Baragiola y Nicolás Maiorano, en dos “putch” sucesivos que se llevaron contra la Presidencia del Honorable Concejo Deliberante.
En aquel momento me ocupé de señalar que había sido, precisamente, Débora Marrero quien permitió el ingreso al Concejo del grupo de choque, incluso detallando que algunos testigos del momento sindicaron al concejal Héctor Rosso como la persona que dio luz verde al ataque a Carlos Pampillón. La columna que lleva mi firma con toda esta información sobre Berrozpe, Marrero y compañía, data del 5 de octubre de 2014. Entonces, ¿parte de inteligencia? Cuento chino.
Todos los actores de esta comedia que pudo ser tragedia son archiconocidos, y han actuado esta obra del pueblo indignado demasiadas veces. Chacho Berrozpe es el perpetrador del ataque a la Catedral de Mar del Plata, recurrente hostigador del palacio municipal con quema de gomas, y protagonista central de reiterados daños a la propiedad privada, como aquellos que se registraron bajo su autoría al finalizar la Cumbre de las Américas celebrada en nuestra ciudad. ¿Parte de inteligencia? ¿Cuál?, ¿el que dice que las imágenes muestran a un agente policial deteniendo a una agresora que luego fue liberada? La liberaron porque los policías saben que los actores de la justicia provincial, por mandato de sus jefes, consideran estos actos vandálicos meras “quejas populares” no sujetas al Código Penal que pesa sobre el resto de la sociedad.
Tanto Fabián Uriel Fernández Garello, fiscal general de provincia, como su par Daniel Adler, de la Fiscalía General de Cámaras en el fuero federal, han dado fueros de impunidad a Berrozpe y otros actores de la ciudad que se expresan como luchadores populares. Por ello, que medios de Capital Federal lo requieran a Adler, integrante de la kirchnerista línea de acción judicial Justicia Legítima y armador fraudulento de causa penales, como fuente de información sobre acciones de interés para el presente y futuro de la ciudad es desesperanzador, si de analizar la política y la justicia de la ciudad se trata.
Todo lo ocurrido era perfectamente previsible. Revela el enorme error de haber dejado esta cuestión en manos de Agustín Cinto, quien conoció Mar del Plata cinco minutos antes de los acontecimientos, al ser agraciado con un cargo en el Ejecutivo comunal por una presión indebida de dirigentes del PRO, que vendieron que era necesario tener un “carrilero” que alineara las gestiones nacional, provincial y municipal. Cinto, en su torpeza, se marea, creyendo que la realidad de la ciudad pasa por alguna cuenta de Twitter dedicada a estupideces de la manzana de las sombras, y no se dedica a reunir información seria que le permita hacer correctamente su trabajo.
Otro capítulo a desarrollar es la presencia de Jorge Trujillo al lado del Presidente, haciendo las veces de grupo de choque de Mauricio Macri. Cambiar no es una palabra, o un título conmovedor en los medios. Alguien debería debatir esta cuestión en el gobierno, con el debido respeto por la correspondencia entre relato y realidad. Cambiar debe ser una realidad más que declamativa, debe exceder el discurso, o el intento, en el mejor de los casos.
Lo de Mar del Plata parece un paso equívoco de comedia, pero con el Presidente presente en nuestras calles, pudo haber sido una tragedia.