
Incómodos están ahora todos los que en su momento se pintaron de violeta con la explosión del affaire Spert. Creyeron que dejar sus colores les daría acceso a esos votos que brillaron por su ausencia en la elección provincial.
Hoy, ante este escándalo —de viejo cuño, pero reinstalado ahora en plena campaña electoral— nadie atina a tomar un camino político que permita elevar la puntería de cara a los comicios de octubre. En la ciudad, ante la necesidad de encontrar un rumbo para la gestión local, esta situación asume el riesgo de convertirse en una catástrofe. No estoy siendo tremendista: nadie atina a saber qué es lo que vendrá ante una transición que no ha iniciado y no se sabe si va a iniciar.
No hay diálogo entre Guillermo Montenegro y Agustín Neme. No hay definiciones al respecto de qué temas dejaría solucionado el actual gobierno, cuáles quiere que pasen para la nueva gestión y, por sobre todas las cosas, con qué personas se van a cubrir los cargos políticos que serían reemplazados. Horas antes de los comicios provinciales, deliraban con tener ocho concejales propios y, por lo tanto, un bloque mayoritario con la capacidad de hacer y deshacer. Nada salió de acuerdo al plan.
En una conversación en la previa de las pasadas elecciones, Mariano Bowden se gratificaba diciendo «vamos por fin a manejar la ciudad como siempre hemos querido». Cuando me llegaron sus dichos, no pude menos que preguntarme en qué y cómo piensan. No hablaba el actual titular del EMVIAL de conducir, ni de gobernar sino que hablaba —y no es el único— de «manejar».
A tal punto, que ya se hablaba en ese momento de jefe de gabinete, de funcionarios reemplazables y hasta se daban los nombres de aquellos —todos de la UCR— que serían expulsados. Eso sí: nunca se mencionó quién los reemplazaría, no se sabe si, para cuidar a los postulados —si los hubiere— o porque nadie quiere subirse a este barquichuelo que luce sin timonel ni capitán.
Todo esto se da, para colmo, en medio del resurgimiento —por errores de entendimiento político— del ex intendente GAP, quien luce demencia temporal y habla como si de una vestal se tratara en el día de su iniciación sexual. La pasada del gobernador por la ciudad, diciendo los disparates que dice en compañía de GAP y del financista del SUTEBA, Raúl Calamante, debería dar espanto.
Un espanto sustentado por las imágenes, como la foto del pope de Lucciano’s, Christian Otero, que se mostró feliz junto a Kicillof, GAP y Raverta Montoto y que dejó helados a los liberales locales que tanto han escuchado los arrumacos del exitoso empresario tanto a la persona como al liderazgo de Javier Milei.
Todo tan fatuo, tan pobre y, a la vez, tan siniestro. Hay un presente inminente que encierra enormes riesgos.