El factor climático alteró la percepción de la realidad de la ciudad de modo tal que el paro histórico de ocho días de los trabajadores municipales pasó completamente a un segundo plano. Le vino muy bien a la división “Conejo negro” que dirigen Antonio Gilardi y Daniel Zacarías que lo climático hiciera pasar como una cuestión menor el auténtico desquicio que provoca que los servicios públicos municipales no se hayan prestado por un lapso de tiempo tan considerable: sólo en atención a la salud, implica siete mil turnos no atendidos por día.
Lo ocurrido es tremendo en todo sentido. Cientos de miles de pesos, quizá hasta un par de millones no recaudados en estacionamiento medido, atraso en la percepción de tasas, que, obvio es, complicarán aún más los números ya de por sí en estado traumático, son apenas dos de los ítems que surgen más claramente.
El personal municipal dice, con lógica: “merezco percibir mi salario íntegramente en un solo pago”. Y sí, claro; quién podría negarlo, es un derecho adquirido. Pero hay algunas consideraciones a tener en cuenta: en primer lugar, la percepción que tiene el vecino en general (que paga con sus tasas el servicio que el Estado municipal presta a través de sus empleados) de que la atención es mala, de que muchas veces manifiestan falta de educación en el trato al contribuyente, e incluso falta de compromiso con la tarea. Basta ver en cualquier medio o red social que abren espacio para la opinión, los calificativos de los vecinos sobre los agentes municipales. Entonces, hay una brecha entre la razonabilidad del enunciado de los agentes, y el respaldo que reciben. También hay un particular aspecto que merece debate: qué nivel de tasas está dispuesta a pagar la ciudadanía por una municipalidad que deje de depender en tamaña medida del erario provincial y nacional. Un cálculo publicado en esta misma columna ubica hoy el nivel de la masa salarial en el orden de doscientos millones de dólares por año, lo que equivale a la masa salarial de tres provincias argentinas.
El pasado viernes, en el café de la esquina de la municipalidad, fui abordado por un militante radical (así lo ubicaba hasta ese día) que me recitó todo el discurso del gremio -como si militara en la coalición FPV/AM-, donde protagonizan los derechos en abstracto, como si los ocho años transcurridos bajo GAP jamás hubieran existido. En este universo de abstracciones caprichosas y golpistas, la falta de madurez política es obvia. La gravedad de los temas es enorme, y el Ministerio de Economía de la provincia actúa como si fuere auditor del FMI -debo decir que Anoop Singh, el auditor del FMI, tenía más tacto político que Hernán Lacunza-, como si Mar del Plata fuera sólo una niña caprichosa, fastidiada porque no obtiene el juguete o el dulce que pretende. La situación no se va a resolver por este camino que propone la línea que orienta el jefe de Gobierno de CABA Rodríguez Larreta, que pregona un esquema de funcionamiento ideologizado que no entiende la naturaleza de la crisis en que dejó a Mar del Plata el pultikirchnerismo.