El resultado de las internas abiertas obligatorias y simultáneas (PASO) dejó un damero de lecturas. Sergio Massa se instalará en Mar del Plata casi de continuo para intentar cerrar la brecha que separó su boleta a nivel provincial, de la local: tuvo el 50% de corte, y es ésa una sangría que debilita cualquier intento de armar de cara al 2015.
El otro que también buscará mantener su elección y, si es posible, sumar, es Francisco de Narváez, que tiene en la Quinta Sección Electoral un puntal para su debilitada candidatura y su ambición aún no declinada de ser gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Todo va a girar en torno a la seguridad, que bien lejos queda de lo expresado por el ministro de la Corte Eugenio Zaffaroni: “No es la frecuencia delictiva lo que condiciona el discurso, es una paranoia construida. Los medios construyen la realidad, lo que no significa que la inventen”. Ergo: no es que nos matan, nos aplican la pena de muerte, violan, o roban hasta lo absurdo. Sólo se trata de que los medios lo publican y crean paranoia. Esta semana, sin embargo, en Mar del Plata se dieron demasiadas situaciones de criminalidad, muchas más que las que se publican. Si se publicara todo lo que ocurre, lo que Zaffaroni llama “realidad construida” sería literalmente insoportable.
Una responsabilidad elocuente está en manos de quienes actúan en el Poder Judicial. Es conocido el poco apego que existe en Tribunales a condenar por el máximo de la pena. Y en el caso del Tribunal Criminal 4 de este Departamento Judicial, la reluctancia al encarcelamiento llevó a dejar en libertad a condenados a cuatro años y medio, por estar la sentencia apelada a Casación. Es el caso de Christian Shierkey, quien junto a Maximiliano Maciel y al teniente de policía Carlos Alberto Pucci participaron del asesinato de Rafael González. Shierkey tenía una condena a cuatro años y medio, que debía cumplir en detención, pero el Tribunal 4, conforme a su “doctrina”, lo dejó en libertad por entender que al estar apelada la condena a Casación, debía aguadarse hasta la definición de este tribunal. Y Christian Shierkey no se detuvo: en 2012 fue atrapado cometiendo otro delito, y siguió libre; recién al participar de esta ejecución sumaria aplicada a González, se lo detuvo en firme. El jefe de Gabinete de la provincia, Alberto Pérez, ha manifestado que debemos trabajar todos para enfrentar el flagelo de la inseguridad, y detalló: “especialmente fiscales, jueces y todos los sectores, les pedimos que se sumen a la lucha para combatir la inseguridad, porque es algo que un solo poder del Estado no puede hacer”.
¿Pulti? Bien gracias, haciendo de aplaudidor desaforado de Cristina. No sabe qué hacer ni cómo hacerlo. Y elige callarse, tratando de ponerse bajo el paraguas del candidato Isaurralde y buscando confundir a la población una vez más en este delicado tema.
Entre tanta locura, dolor y muerte, quiero en este espacio responder a la señora Mónica Felices, ex integrante de la Defensoría del Pueblo negada in extremis por la sociedad marplatense en su presentación como aspirante a concejal por el partido FE (aunque pocos días antes creía que llegaría a una banca de la mano del PRO. Todo da igual). Felices ha enviado email (ver Correo de Lectores) donde me insulta, dice de mí que ni mercenario merezco ser llamado. Sería difícil hacerlo, ya que no estoy por cuenta de otros, sólo por mi cuenta y a mi costo. Apunta que la he vituperado y criticado por cuenta de terceros por no haber publicado avisos en este medio o la radio. Al respecto diré que para saber el valor de un aviso, Felices debería preguntarle a Alberto Mayo, quien fue entrevistado por mí, sólo en este año, en cinco ocasiones, en tres de ellas a requerimiento del propio Mayo y por temas de interés de la comunidad. Alberto Mayo es el esposo de Mónica Felices. Él podrá decirle claramente que no hay avisos, por lo tanto no hay precio, sólo interés por las cuestiones de la comunidad, algo que Felices nunca entendió, y recibió por ello la respuesta en el voto de la ciudadanía que tiene más valor que cualquier expresión o criterio mío al respecto de su persona.