Si María Eugenia Vidal no hubiera pasado por Mar del Plata este fin de semana, este texto abordaría otro temario. Sin embargo, la presencia de la Gobernadora en la ciudad y su recorrido por la misma establece una línea de lectura política que atraviesa inexorablemente a los actores locales, siempre pendientes de una instancia superior que ordene la política local, y se hace imprescindible hablar de ello. La ciudad, nieta de la aldea de pescadores e hija de la villa veraniega de la oligarquía, sigue actuando sin la majestad que impone en democracia ser uno mismo eje de su rol y protagonista de su historia.
Alta en el cielo de las encuestas, Vidal brilla como lucero del amanecer, y derrama su potente luz sobre los otros, bendiciendo o no a los protagonistas de la política local. Su marcha hacia las elecciones de este año tiene claroscuros; por caso, los alineamientos que provoca la acción de su ministro de Gobierno, Joaquín de la Torre, quien mantiene a diario fluida comunicación con su ¿ex jefe? Sergio Massa. O su visita social al ex todopoderoso aldeano de Lugo, ofreciendo a este exhibirla como estatua elegante de Botero, para así recrear la historia del poder que Aldrey supo tener hasta su derrota a manos del intendente Carlos Fernando Arroyo dos años atrás. El idiotario local se agitó al amparo del hecho de haber ofrecido conferencia de prensa en el NH, y la exposición inmortalizada por la prensa de la imagen de la gobernadora transitando junto a Aldrey.
Obvio, Vidal no es perfecta: marra como cualquier humano, y además parece no escuchar cuando le señalan, encuestas en mano, que su presencia en estos ámbitos no cae bien en Mar del Plata. Atiende Vidal a la visión corporativa de la política, que le pide marcar equidistancia entre grupos de poder.
Los acontecimientos menores desarrollados en el NH son una señal ante la queja por el protagonismo de Marcelo González y el gerenciamiento del Espacio Clarín. Es éste un protagonismo que hiere a Aldrey en su sensibilidad más íntima, dado que aquel “aquí mando yo” que solía espetarle al acompañante de ocasión, hoy está en clara decadencia.
Claro que hay interrogantes. Imagino que le habrá señalado Vidal a Iglesias que se están observando con detalle los números y el contrato de concesión del hotel que es propiedad de la Provincia. Supongo también que le habrá blanqueado que esos números no son satisfactorios para su gestión, y que se pretende cambiar de raíz la naturaleza de un contrato irritante y risible para el erario público.
Entre las concesiones formales y menores que hace la Gobernadora está la influencia (no precisamente positiva) de los obispos Arancedo y Malfa, que operan por medio de la Agrupación Santa Marta batiendo el parche de los sufrimientos de tan preclaro amigo de la Iglesia. La cuestión esencial del lloriqueo de Aldrey está expresada en un párrafo que acompaña la foto que muestra al aldeano de Lugo caminando a la par de la Gobernadora: “El empresario brindó detalles de la actividad realizada en el paseo que lleva su nombre, tanto a nivel cultural como comercial”. De estilo es que rendir cuentas no es una expresión de poder. Está claro, ¿no?