Fuera de control

No hay discurso —por bizarro que éste sea— que pueda tapar la realidad, ni impacto mediático que sirva a la hora de la comunicación horizontal que proveen hoy en día las redes sociales.

A lo mucho que ocurre y se conoce, se le agrega una página oscura de delitos que no ingresan a la estadística porque, sencillamente, el ciudadano de a pie, harto ya de estar harto, no denuncia.

Esta semana se dieron dos hechos altisonantes: El primero, fue el robo de la moto de una trabajador de delivery. El vehículo tenía GPS y su dueño lanzó por WhatsApp un pedido de ayuda que llevó a que un grupo muy numeroso de colegas se lanzara a la recuperación del vehículo robado por mano propia, acción que —por suerte— concluyó con éxito sin que se debieran lamentar víctimas.

El segundo, fue que los vecinos de Villa Evita arrasaron con una vivienda donde denuncian que funcionaba un punto de venta de drogas. No quedó nada: la incendiaron y luego la demolieron a mazazos. ¿La policía? ¿El servicio de Justicia? Ausentes.

El trabajador de delivery al que le robaron la moto, ya sabe que no sirve de nada hacer la denuncia. Por su parte, los vecinos de Villa Evita entendieron que nadie les iba a dar respuesta a sus reclamos, y actuaron por la suya, todo a riesgo de que los baleen o los maten a puñaladas.

Nada ya importa, porque el atropello constante de los criminales ha llegado a niveles exasperantes: hay un perfil de redes donde los delincuentes de la ciudad se exhiben con lo robado —que, en general, constituye motos de media y alta gama— que tiene 4 mil seguidores. Me llegó por intermedio de los vecinos, la puse en conocimiento de la autoridad judicial, y la respuesta fue: «desde 2019 pedimos herramientas para poder trabajar en el mundo digital, pero nada». La primera anomia, es por parte de los servidores públicos. Sin política criminal, si hay alguna respuesta, es por la pertenecía de algún que otro integrante de la policía o del servicio de Justicia. No es orgánica, ni es institucional.

Esta semana, dos testimonios en la 99.9 hablan de una calle salvaje: Facundo, de 19 años, fue despojado de su celular en la zona del Gaucho. Abordó un micro en el cual viajaba un individuo que, en su palabras, estáaba «puesto». Atacó —luego de incomodar a dos mujeres— a una familia, poniéndole una punta de cuchillo en el cuello de un bebe. Facundo y otro pasajero, literalmente en sus palabras, lo molieron a golpes y lo bajaron del micro. En otro caso, padre e hijo en la zona de Matetotti al 1200 fueron asaltados intentando despojarlos de su vehículo. Ninguno de estos hechos está en la estadística.

La violación de una joven en pleno centro de Mar del Plata, en las escalinatas de la biblioteca pública municipal, y la muerte de un hombre de 27 años asesinado en la peatonal, dicen todo lo que la comunicación oficial busca tapar u ocultar: hay furia, y vamos por muy mal camino.