Quizás —como Alberto— pueda decir: «me tocaron los peores cuatro años de la historia». Es una opción. Asumirá teniendo que hacerse cargo de su propia herencia y, seguramente, estará, desde la hora cero, sometido a la presión propia y externa que implica el dar respuestas.
A horas del inicio de este segundo tramo al frente del gobierno marplatense, nadie sabe qué cambios implementará, si los hubiera; o de qué tipo de cambios se trata; o cuáles serían los objetivos de dichos cambios. Algo es concreto: el esquema de cambios que impulsa la presidencia de la nación, ya impactan: el gobernador de Tucumán, Ricardo Jaldo, recortó en $220 mil millones el presupuesto provincial.
Dijo el gobernador tucumano: «No estamos dispuestos a seguir pagando a personas sin saber qué rol cumplen, es una cantidad importante, como además una erogación financiera y presupuestaria significativa». Así mismo indicó que eliminará unos 40 organismos gubernamentales y suspenderá designaciones retroactivas al 29 de octubre. «No podemos gastar más de lo que nos ingresa», dijo.
Por otro lado, en un nivel más bajo, el intendente electo en la localidad cordobesa de Serrano, Ismael Goñi, anunció que su administración trabajará con los empleados que actualmente tiene la comuna: «La política debe dar una señal de austeridad y de humildad». El funcionario cordobés no lo sabe, pero sigue un camino que ya se probó en Mar del Plata de la mano de Carlos Fernando Arroyo, que fue quien entendió que por ahí iba la cosa.
En el inicio de su propia gestión, y haciendo una lectura de la brutal derrota de Arroyo en las PASO, Montenegro hizo recorsi y pactó con el gremio de municipales para darle lugar a una pax política que no provoca cambios, pero tampoco da respuestas. ¿Qué hacer?
Ahí está la incógnita porque, tal como indiqué, no hay señales por parte del intendente de qué rumbo tomará, y qué opciones llevará adelante. No es sólo que los funcionarios hayan presentado la renuncia y nadie sepa si va a ser parte o no de este nuevo ciclo, sino que no se advierte tampoco qué tipo de decisiones se tomarán, lo que sólo añade incertidumbre.
Algo sí está claro: JxC ya no existe. Murió entre la PASO, la primera vuelta, y el pacto de Acassuso, y nadie se hace cargo de velarlo. Aquí, han ratificado una y otra vez que la alianza con el senador electo Maximiliano Abad es algo firme como talón de oso. Pero eso que les asegura, son votos en el Concejo Deliberante. Las políticas públicas, son del intendente y, allí, no hay señales de cambio.
Es obvio que la ciudad está expectante. La idea de cambio que llevó a Javier Gerardo Milei a la presidencia de la nación impregna todo, como queda expuesto en esta columna desde hechos concretos. Si no hay cambios en el futuro inminente en lo local, las señales no van a ser para nada halagüeñas.
Todos esperamos lo mejor. Sólo queda que los que han sido electos y tienen responsabilidades estén a la altura de las circunstancias.