En los primeros minutos de la derrota, abrumadora por cierto, Gustavo Arnaldo Pulti entró en crisis. Quienes lo conocen saben de su capacidad para alterarse y trasmitir ese estado de ánimo exaltado a los accionistas marplatenses. Sin ese conocimiento no es posible entender las reacciones desbordadas de quienes se asumen como actores políticos, que vocinglean contra los actores políticos de la oposición triunfante en las PASO.
La conferencia de prensa en la que Santiago Bonifatti lanzó el desafío a debatir con los equipos de Carlos Fernando Arroyo fue una pieza pública que expresa el detrás de escena de la histeria de GAP ante una derrota que expone sus límites para comprender la realidad. Su capacidad intelectual no va más allá de la literatura de fantasía; de otra forma no se entiende cómo Gustavo Arnaldo Pulti esperaba una victoria. Sólo es posible entender esa hipótesis si se advierte que la conquista fue alimentada por los medios que él mismo paga con fondos públicos, creído como estaba que arrasaba en votos y así se plebiscitaría para un nuevo periodo.
Cruel realidad, impiadosa a la hora de contar los votos entre “esa gorda impresentable” y el “impresentable de Arroyo” -así se refiere Pulti, lejos de los micrófonos, a los candidatos de CAMBIEMOS- las urnas dieron su veredicto, que no le gustó para nada, y al parecer lo habría llevado a señalar que “Mar del Plata no le dará el gobierno a aventureros”. Una reflexión apropiada para sí mismo, un aventurero que se apropió de cospeles para sobrevivir, aceptó dinero de Luis Barrionuevo para financiar su campaña, ocultó sus bienes para no honrar sus deudas, toma el dinero de los contratos de los concejales de AM, fue parte central del negociado del estacionamiento medido en los noventa ocupando una banca en la lista que llevó a la intendencia a Mario Roberto Russak, al que traicionó sin piedad horas después de asumir la concejalía, y puedo seguir hasta agotarme.
Gustavo Arnaldo Pulti está desesperado. Se ha desvinculado tan fuertemente de la realidad que no advierte que desafiar a un debate de equipos técnicos lo deja como al rey frente al espejo: desnudo. ¿Qué equipos? La experiencia de Adrián Alveolite es haber sido mozo de cordel en el Hermitage; César Ventimiglia, vendedor de seguros; Martín Aiello, bancario; Bonifatti, abogado sin historia litigante. ¿Equipo? Qué ausencia de realidad, por favor. Los que con crítica en la función pública han funcionado, no le son propios. En OSSE, Mario Dell’ Olio; en el EMDER, Horacio Taccone; Juan Rey en Cultura son aciertos puntuales que no implican equipo de gobierno, sino islas que funcionan por enjundia individual, no fruto de una estructura de gobierno con criterio de equipo.
El final está próximo. No hay cadena de medios, o secuela de agravios o enjundia que cambie el final de este periodo triste, lamentable y grotesco de la vida pública de la ciudad.