Si Joaquín de la Torre se condujera en el Conurbano bonaerense como lo hace en Mar del Plata, ya andaría buscando traumatólogo para ambas piernas. Ministro inesperado de Gobierno de María Eugenia Vidal, pretende hacer de General Pueyrredón una sucursal política de San Miguel, su terruño, en donde está de licencia en la intendencia que debería ejercer.
Su andar por la ciudad es un dato de esa realidad que Mario Roberto Russak describió con una sola contundente y dolorosa palabra: mediocre. Sólo la mediocridad y la falta de auto respeto permite que un fallido peronista buscador de una tabla de salvación haga de banca cuando ni para punto le da.
La última semana fue pródiga en hechos que revelan el mal uso de los fondos públicos de los que dispone De La Torre como ministro de Gobierno. Se supone que está para ayudar al gobierno comunal. ¿Cómo?: contribuyendo a resolver situaciones. Para la pesca —por ejemplo—, esencial para Mar del Plata, no hay una sola acción suya que contribuya a cambiar el estado de las cosas. Entonces, las palabras de la Gobernadora se vuelven un abstracto, porque nada de aquello a lo que se comprometió la Provincia está resuelto o en vías de resolverse.
Se arguye que no son cuestiones provinciales. Sí, eso está claro. Pero debería ser el ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires quien toque timbre en la AFIP, en YPF, para lograr que la devolución de impuestos sea en efectivos 30 días, o que el combustible para la flota se pague a precio a granel y aliviar así el costo operativo que hoy hace inviable la actividad.
Pero resulta que no. De la Torre, extraviado en las miasmas de su torpe ambición —construir una alternativa peronista encubierta en Cambiemos con el liderazgo local de Lucas Fiorini— gasta su tiempo en Mar del Plata alquilando una gran vivienda que pagamos los contribuyentes, hace alto despliegue de secretarios y colaboradores que también pagamos los contribuyentes, y agita mentiras patéticas, como dar a entender que se hace personalmente cargo de resolver la paritaria con los municipales.
Joaquín De la Torre es percibido como un chanta —“un “gordito chantún”, al decir de un integrante de su propio partido—, cuyo mérito para ser ministro de Gobierno es que Federico Salvai le apuntó a la Gobernadora que no quería pasar sus días viajando por la provincia. Esa situación —que el marido de Carolina Stanley no quiera pasar los días y las noches alejado de su hogar— lo llevó, extrañamente, a De la Torre a este cargo, quien, tal como se ocupó recientemente de señalar Luis Ignoto en la 99.9, “usa para hacer política con Lucas Fiorini, pero no les resuelve nada a los marplatenses”.