Es lo que se percibe claramente en esta gestión municipal: todo parece resumirse en la instalación mediática de un relato que exuda felicidad, y logros que, a la hora de los hechos, no existen.
Inaugurada hace unos meses, la unidad sanitaria del barrio Jorge Newery colapsó por la caída del techo sobre equipos y personas a raíz de la lluvía caída. ¿Mala praxis edilicia? ¿Quién pagó los certificados de obra?, ¿cuál es la empresa en cuestión? Interrogantes todos que están ocultos en los pliegues de la administración.
Tan ocultos como estaban los contratos con los meteorólogos locales convocados a una ficcional mesa del Consejo Municipal de Contingencia Meteorológica, integrado por la Municipalidad -a través de Defensa Civil- y los meteorólogos Luis Viera, Alejandro Benavídez, Javier Merlo y Pedro Mazza. Estos cuatro caballeros perciben por año, en conjunto, la friolera de trecientos mil pesos por su tarea de asesoramiento, la misma que alguno de ellos ya cumple de manera muy pública. ¿Alguien puede creer que, por caso, Pedro Mazza dará en la radio o el canal en el que se presenta un pronóstico distinto al que contribuiría para elaborar para Defensa Civil? La respuesta es obvia. Hay un escenario de inmensa corrupción; en este caso, los meteorólogos mencionados son concurrentes en la mentira y el saqueo de las arcas públicas.
El uso de los recursos públicos de manera irresponsable parece no tener límite. En el EMTUR aún no logran explicar los constantes robos, de los cuales el más notorio fue la desaparición de la caja fuerte con contenidos en metálico y documentación. Pero hay más: Pablo Fernández Abdala tiene nombrada a Alejandra Matheus en un cargo de alta remuneración. Lo curioso es que Matheus es inhallable en el EMTUR. ¿Por qué? Porque Alejandra Matheus vive en Rosario. Desde allí, se sostiene, realiza gestiones y promueve contactos para promover Mar del Plata como destino turístico. Nadie conoce resultado alguno de sus gestiones y la situación genera todo tipo de comentarios en esa dependencia del Estado comunal.
El abandono de funciones y responsabilidades es más que evidente. Hace dos semanas, una vecina increpó duramente a Alejandra Urdampilleta en plena calle Güemes. La indignación viene a cuento de que Urdampilleta paseaba de compras a eso de las diez de la mañana un día hábil en horario laboral municipal. Es decir que en en tanto ella vive la vida alegre del funcionariado que percibe de bolsillo algo más de veinticinco mil pesos por mes, el área está devastada sin nadie que se ocupe. Y esta semana se estuvo a un paso de la tragedia. Según he podido saber, el director del depósito del municipio, Luis Trubiano, se puso nervioso con un camionero que debía entregarle mercadería, y lo golpeó. La directora Marisa Vargas fue alertada de la situación, acudió al depósito y fue recibida con todos los insultos, amenazas de muerte y otras lindezas por el estilo por parte de su colega. Se le dio intervención a la policía y a Tránsito, ya que el lío fue de proporciones. Pero no es novedad lo del funcionario en cuestión, ya que dirige el depósito armado, y cuando el horno no está para bollos, como días pasados, rompe computadoras y herramientas de trabajo. De más está decir que tiene aterrados a todos los empleados. Y no es para menos.
Por supuesto que tanto Pulti como los suyos miran todo esto de costado, sólo atentos a la realidad virtual que crean gacetilla tras gacetilla cortada y pegada por los medios que encolumna con recursos públicos mes a mes. Siempre al concluir estas líneas, me pregunto: ¿elegirá una vez más la ciudadanía a sus propios depredadores?