El sistema de transporte en la ciudad —léase: «los colectivos»— son un tema recurrente de la vida política de Mar del Plata. La memoria colectiva de la ciudad, siempre frágil y acomodaticia, ha instalado mitos y lugares comunes que en nada sirven a la hora de mejorar la situación del servicio.
Para peor, llegó la pandemia. La locura que lleva a los políticos corriendo de un lado para otro como pollos sin cabeza y que hace que todo sea más complejo. El secretario de Gobierno, Santiago Bonifatti, quedó solo defendiendo un pliego que es para Suiza, y en épocas de bonanza económica.
Bonifatti en su cuenta de Twitter señala: “Nosotros elaboramos el Sistema SITU, este Sistema Integrado del Transporte de pasajeros en seis meses. Desde octubre abrimos una instancia previa a la del HCD, con reuniones varias, en ámbitos de discusión de lo que nosotros creíamos que tenían que participar, todos ellos participaron”. Ya lo decía Perón (hay un Perón para todo momento y ocasión): “si algo uno quiere que no avance, que mejor que crear una comisión”.
Lo que se busca imponiendo en el pliego obras públicas a cargo del concesionario no se ha visto en país alguno, bajo ningún régimen. Obra pública es —salvo por concesión—, obra del estado. La magnitud de lo que implica el pliego sí o sí impacta sobre el valor del boleto. Para calcular la tarifa del transporte, existe un esquema que ya no debería motivar discusión alguna, y que se conoce como «promedio pasajero kilometro». Para recién llegados (que los hay) y distraídos (ídem), es la cantidad de pasajeros transportados por la cantidad de kilómetros que recorre cada unidad.
Si a esa ecuación se le agrega el costo de obras públicas como centros de transferencia, paradas cubiertas y puntos de trasbordo articulados físicamente, el valor del boleto se hace impagable. Y encima, esto se da cuando ya está tomada la decisión del gobierno nacional de reducir los subsidios a los servicios en el interior, lo que, lógicamente, impacta fuertemente sobre la tarifa. La nota que presento AMETAP es reveladora del esquema que afronta el sistema: a nadie escapa que un boleto de $96 es un cañonazo al bolsillo.
Lo es, en la medida que la macroeconomía está desquiciada tanto por la pandemia como por la ideologización de los instrumentos empleados por el gobierno nacional y provincial. Sin entrar en la discusión entre negacioncitas, conspiracionistas del Covid y sus consecuencias, los temas que se deben enfrentar son de orden municipal: las restricciones de circulación implican que, en cada unidad, viaja el pasaje sentado y hasta 10 pasajeros parados. Esa sola disposición, destruyó el esquema pasajero kilometro, así como la constante suba del valor del combustible.
No es cuestión de entender los fenómenos de las galaxias, es muy pedestre y de sentido común: para dar viabilidad a un sistema que es potestad de la comuna, hay que garantizar su sustentabilidad en términos razonables.
Ya cuando seamos Suiza habrá ocasión de ir a una reforma del servicio adecuado a dicha realidad.