Es un hecho notorio que las redes sociales llegaron para quedarse. Hace una década, medios de todo el mundo abrían sus páginas para tener en directo la opinión de los lectores. La tendencia, no obstante, entró en reversa, y quienes no han optado por un moderador en cada sección, eligieron retornar al querido y confiable correo de lectores. Es que los yihadistas del teclado están allí, siempre listos, a tiro, prestos a ejecutar a golpes de vocales y consonantes a cualquiera que piense distinto, que se atreva a romper con el discurso unificado o la dinámica de un tema instalado en la opinión pública. Vade retro a aquel que se mete con lo establecido por el poder de turno y su maquinaria feroz.
Los controles de alcoholemia han sido uno de los caballitos de batalla de esta administración, y también un actor central a la hora de recaudar. Vale citar que este medio es el único que ha expuesto ante la comunidad el disvalor que implica una tropa de agentes municipales que están a porcentaje de la recaudación por faltas de tránsito, sueltos a su aire y haciendo a su parecer, amparados en sus acciones por un sistema que actúa como engranaje de la maquinaria recaudatoria, y acorrala al ciudadano de a pie poniéndolo en ridículo y empujándolo a pagar lo que sea, a como dé lugar. De nuestro artículo de investigación en la pasada edición, surgió una cantidad no despreciable de testimonios que hablan a las claras del abuso de posición dominante que tienen los agentes de Tránsito cuando aplican multas porque sí, a gusto y placer, y sólo llevados por el afán recaudatorio.
Dio la malhadada casualidad de que al momento de subir nuestra actualización, un joven de 22 años atropellaba y quitaba la vida a un agente de policía, integrante del Escuadrón de Caballería, que hacía de apoyo táctico al personal de Tránsito. El hecho marcó el fin de la vida de Fabián Mendiola, arrollado por Lucas Carnero, quien retornaba alcoholizado junto a amigos de un festejo en la madrugada del Día del Amigo. Persecución mediante, Carnero fue detenido y procesado por este hecho criminal.
Esta tragedia nos ocurre a todos, le ocurre a una sociedad que bate récords de ingesta de alcohol. La Organización Mundial de la Salud señala que Argentina ocupa el segundo lugar en Sudamérica, luego de Chile, en ingesta de alcohol, con una marca de 9.3 litros per cápita por año. El alcohol es la clave en muchos casos de siniestros viales. ¿Y qué se hace para cambiar esta tendencia? Porque es bien evidente que los controles viales actúan sobre los acontecimientos pasados; como se señala en mandas judiciales de diversa jurisdicción, la multa no cambia nada, por cuantiosa que sea. Claro, porque el Estado legisla para recaudar, no para ordenar los comportamientos sociales, y mucho menos para tener, en el tiempo, una chance de una sociedad mejor.
En las redes y foros, el lunes por la mañana, la Yihad del teclado pedía degüello para Lucas Carnero: no alcanza hoy, al parecer, con que el criminal conductor esté detenido y sometido a proceso. Máximo Mazuchi, director de Tránsito, montado sobre la muerte de Mendiola, hizo prensa sostenida hablando del riesgo que corren a diario los agentes en su incansable labor de control. Pero resulta que una cosa no está desprendida de la otra: entre la corrupción de correr detrás de la moneda como sea, tomando por asalto a atuomovilistas incautos para engrosar las arcas, y la posibilidad de que alguno de los funcionarios sea víctima de un borracho descontrolado, hay un espacio importante, menoscabado por este Ejecutivo: se llama honestidad y eficiencia.