Al momento en que se inicia la redacción de este texto, concluye el presidente Alberto Fernández su soliloquio durante la presentación de los candidatos a diputados nacionales por provincia de Buenos Aires y CABA. Me interrogo, ¿alguien creerá en lo que dice?
Habla de un mundo que no existe. Del primer país en vacunar en el mundo. De la felicidad perdida que recuperaremos cuando todes estemos vacunados. De los millones de dosis de la vacuna Moderna, basada en tecnología de ARN mensajero, que aguardan que se inicie su distribución sin fecha cierta.
El otro interrogante es: ¿Alberto está solo? ¿O es un estadío de ausencia en donde el relato reemplaza a los hechos?
Un texto publicado en el medio digital “El retrato de hoy” exhibe situaciones terribles que requieren respuestas.
El día 6 de julio, una tremenda explosión destruyó parte de una fábrica textil y derrumbó una vivienda, provocando la muerte en el acto de una mujer y dejando con severas heridas a otra. Por suerte, las dos niñas que vivían con ellas resultaron ilesas. El hecho fue nota pero, como todo, el impacto de la tragedia se diluyó detrás de algún otro hecho que lo reemplazó en la atención pública.
La dueña de la propiedad se expresó en el medio citado del siguiente modo: “En estos 13 días no pasó nada. Nadie más se comunicó conmigo. Cuando todo pasó, el mismo día, desde Desarrollo Social nos proveyeron de colchones de una plaza y una manta de polar para cada uno. Nunca más tuve contacto con nadie. Hasta hoy, martes, que llamé a una señora de Desarrollo Social que me cortó diciendo que tenía que entrar a una reunión. Estoy en un estado de desesperación”.
Es así. No es Alberto, que le habla de un universo que no existe. Es, en general, una disociación extrema de los actuarios públicos con respecto al ciudadano de a pie. No es sólo lo que le toca padecer a la vecina de la fábrica que, aún hoy, no se sabe a ciencia cierta si es ilegal o no.
Rocío Regalía —propietaria de la vivienda derrumbada por la explosión— en sus dichos apunta a todo el arco del Estado. “La semana pasada me llamaron del Ministerio de Desarrollo Social de Nación para decirme que una asistente social se iba a comunicar conmigo para darnos una ayuda económica, porque no tenemos nada”, dijo, y agregó: “La solidaridad de la gente es impresionante. Empatizaron muchísimo. Las niñas recibieron ropa, calzado y abrigo. Pero fue la gente y la escuela de las nenas, se portaron de veinte”.
No hay diferencia con la actitud del gobierno nacional que dejo fuera del país a miles de compatriotas acusados de ser “turistas” y que reciben ayuda de otros argentinos que acuden a cubrir con alojamiento, comida, o una ducha a los varados. Urge un cambio cultural que ponga la idea sencilla de entender los cargos públicos como “carga pública”.
Romper esta cultura oligárquica en donde el ciudadano de a pie molesta, es imperioso. Hace al sentido profundo de vivir en autentica democracia.