Estamos a 43 días de la jornada más importante de nuestras vidas: el 22 de octubre vamos a votar, envueltos en opciones tremendas, y también en falsas consignas: la idea de que hay algo «nuevo» que busca imponerse sobre lo viejo, la cual es, intrínsecamente, perversa.
Veamos lo loca: lo «nuevo» sería la lista que encabeza Rolando Demaio… pero que, en realidad, es una articulación de Alejandro Carrancio, quien fuera militante del menemismo en la década del ’90 y viene de una larga actividad política en el peronismo en el cual —como buen peronista— ha vestido tantos trajes como cada ocasión ameritó.
Buena parte de su vida pública la recorrió junto a su líder político de una vida, Lucas Fiorini, el impulsor y creador de Crear, el grupo universitario de la Facultad de Derecho que ha pujado hasta hoy —sin suerte— contra Franja Morada en la interna de dicha casa de (ex) altos estudios. Hoy Carrancio luce separado —cuando menos, en la superficie— de su líder y mentor, y disfruta del momentum que les dejó la PASO.
Aquí viene la auténtica cuestión: ¿qué tiene de «nuevo» Carrancio o quienes lo acompañan? Distan mucho de ser un grupo de vírgenes políticas, por el contrario, son parte —en términos de su líder anarco-capitalista— de «la casta». En términos de la actividad política son «animales políticos» o políticos profesionales. Pero de «nuevo», nada.
Ni qué decir de Juliana Santillán. Tremenda aventurera, con más ambición que cordura. Fue —o se dejó presentar como— novia de Facundo Moyano, en una historia en la que jamás sabremos si en verdad hubo amor, o era sólo un contrato de presencia. Ha pasado por todos los campamentos políticos y hasta presumió —falsamente— de ser abogada. No menor es que, durante la presentación de Milei este pasado verano en las escalinatas de Playa Grande expresó «aquí mi líder y mentor, Javier Milei». ¿What?
De Maio planteó, en lo que pareciera ser su primera expresión política, críticas al ejecutivo municipal, lo cual es, políticamente, acertado. Si quiere que se le note, ¿a quién va a criticar? Montenegro es la respuesta obvia. Pero, lo cierto, es que no agrega nada: aquí hemos dicho hasta el hartazgo que el intendente tiene que renovar el gabinete y no limitarse a hacer cambios cuando lo obliga el fuego propio. Otra vez, nada «nuevo», sólo frases que se las lleva la edición de un día más.
Medio difícil que esta fuerza política, que lo único «nuevo» que tiene son los logos, proponga algo superador. Y, si Milei no corona, querría ver, en el tiempo, el bloque de concejales que logren, qué partido juega. Carrancio llegó al Concejo de la mano de su líder y guía, Fiorini. Eran del peronismo renovador y, en un hecho sin precedentes, fueron expulsados. Cuesta creer que, por los valores políticos del massaracismo (sic) —no digamos morales— se haya expulsado a alguien, pero ocurrió.
Con la misma frescura con la que criticaba a Carlos Fernando Arroyo, Carrancio pasó a defender sus políticas y sus yerros; ya fueran reales, o creados por la troupe del galleguito emprendedor y los correveidiles del momento liderados y bancados por el ex todopoderoso Manuel Mosca.
¿Lo nuevo? «Nuevo» sería votar para consolidar un cambio que asegure sensatez, república, libertad y democracia.