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La muerte de Lucía nunca fue el crimen. En todo caso, el crimen se venia cometiendo sistemáticamente hacia años. Una persona ambiciosa, mendaz, y escasamente inteligente vio en su muerte una oportunidad para un ascenso y no dudo en fabular —cuando menos— para aprovecharla.
La fiscal María Isabel Sánchez —quien nunca debió ocupar un cargo público— fue promovida por su relación íntima con el fallecido fiscal general adjunto Oscar De Niro. Sánchez era el hazmerreir de las fiscalías por su corta inteligencia y su soberbia en el trato, basada en su relación con De Niro. No fue elevada al cargo ni por su sapiencia ni por su capacidad.
En conferencia, de prensa Sánchez anunció que Lucía había sido violada analmente y que su cuerpo había sido lavado. Las pericias claramente señalaron que eso no había sido así, lo que fue expuesto en el primer juicio llevado a cabo por la muerte de esta niña de dieciséis años. Para vergüenza del cuerpo fiscal, nunca hubo acciones disciplinarias en contra de Sánchez, quien vegeta en una fiscalía de flagrancia percibiendo mes a mes un alto salario, pagado —por supuesto— por los contribuyentes bonaerenses.
La información al respecto de cómo era la vida de Lucía existe. Está en sus mensajes de WhatsApp. Y la línea, es muy clara por cierto. El fiscal del primer juicio, Daniel Vicente, fue claro: el autentico tema, era la vulnerabilidad social de Lucía. Pero la locura mediático-judicial-política estaba lanzada.
La condena a Matías Farías, Juan Pablo Offidani, y Alejandro Maciel fue ajustada a los hechos probados en el juicio, pero en un juego de poder la Casación —en la persona de los camaristas Mario Kohan, Carlos Natiello y Fernando Mancini— consideró que la sentencia del primer tribunal «se fundó en intolerables prejuicios y suposiciones basados en estereotipos de género».
En el fallo, Natiello cuestionó a los jueces del tribunal oral: «Los jueces decidieron —con los elementos colectados y la prueba producida— hacer énfasis en la poca seriedad de la fiscal, e indebidamente se aplicaron en el análisis de la vida íntima de la víctima anterior al hecho, sin contextualizar los hechos desde una perspectiva de género».
En el segundo juicio —mediando la suspensión de los camaristas Viñas y Gómez Urso— se condenó a Farías por «abuso sexual con acceso carnal agravado por el suministro de estupefacientes y por resultar la muerte de la persona ofendida en concurso ideal con femicidio», por lo que se lo condenó a prisión perpetua. Mientras tanto, los jueces a cargo de la causa consideraron que Offidani fue «partícipe secundario penalmente responsable del delito de abuso sexual con acceso carnal agravado por el suministro de estupefacientes», por lo que recibió una pena de ocho años, que se suman a la condena del primer juicio y resultan en un total de 15 años de prisión. Esta maravilla creativa del poder judicial es obra de Gustavo Fissore, Alexis Simaz y Roberto Falcone.
Ahora, un nuevo diktat de Casación dice que Farías no cometió femicidio y se pide nuevo juicio.
Cobardías, egos, y mentiras. En tu nombre, Lucía.