Momento de decisión

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Han transcurrido cuatro meses desde la asunción de Carlos Fernando Arroyo. Se han pagado los salarios en tiempo y forma, y se normalizó la relación con Transportes 9 de Julio en el servicio de recolección de residuos, aunque esta semana puede haber tensiones. Se honraron más de 280 millones de deuda de la anterior administración, también se inició el pago a los contratados de Cultura y se regularizó el flujo de fondos a las sociedades de fomento. Un capítulo aparte merecen los recursos que están llegando a la ciudad a las áreas de construcción y comercio, fuertes dinamizadores de la realidad urbana. Son varios millones de dólares que el municipio no anuncia en el marco que debería, por falta de una política de comunicación efectiva, que ordene y exponga lo que está ocurriendo.
Precisamente en ese lugar, ante la falta de comunicación de hechos ciertos, el espacio lo ocupan los medios de la cadena de corte y pegue, en sinergia con el diario La Capital. El lugar estelar esta semana lo ocupó el desatino de tomar fondos de un instituto educativo para pagar salarios políticos a familiares del intendente, un escándalo mayúsculo que razonablemente debió haber provocado ya la renuncia de Ana María Crovetto. La designación de familiares políticos en Educación, sin siquiera forjar los decretos de designación formalmente, tal como exige la correcta administración, son una luz amarilla que sólo puede apagarse corrigiendo el estropicio con el apartamiento de los designados a los cuales se le endilga no tener méritos específicos adecuados o suficientes para las tareas por las que perciben dineros públicos.
El entusiasmo de La Capital y la cadena de corte y pegue por señalar tamaño desatino es proporcional a la pauta que ya no reciben, y a la deuda acumulada que les dejó Gustavo Arnaldo Pulti, que data en algún caso de 2013. Obviamente, los que más callan son los accionistas marplatenses, que bien saben que en esta temática, nombramientos por razones impropias, jamás podría tirar piedra alguna, ya que libres de pecado no están, en lo más mínimo.
Aquí hay un toque de alerta muy fuerte para la intendencia de Carlos Fernando Arroyo. No lo votaron por entenderlo el más lucido en materia económica, o el más acertivo estratega comunal. No. Lo votaron por su construida imagen de honestidad. Entonces, estos nombramientos en Educación son una piedra grande en el zapato, y si no la quita, lo va a dejar rengo ante la opinión pública, ya algo decepcionada con su vacilar en temas clave de la conducción municipal. En un cambio de escenario tan potente, desperdiciar esta oportunidad es cruel para Mar del Plata, que lleva años atenazada por una mafia de largos tentáculos que se ha robado recursos públicos por vías diversas, también por nombramientos innecesarios, para solventar con fondos públicos cuestiones privadas.