El impacto positivo del Arena Fest, está a la vista: la mayor concentración de gente en la historia de la ciudad impecablemente organizada, en todos sus aspectos. Fue el resultado de una apuesta arriesgada —muy arriesgada— que pasó por muchos cabildeos y debates internos.
Fue el fruto de la visión de una funcionaria proveniente del sector privado, que tiene una experiencia de muchos años en esto de armar eventos masivos en espacios públicos. No se la nombra por pedido propio, algo así como «hay tantos padres de la victoria, que el ruido interno ya es agotador». Sea, pero el que conoce la interna del gobierno, entiende. Como le dijo Lidia Stragno —más conocida como Pinky— a la revista Antena TV en los ’60: «para que una mujer ocupe el lugar de un hombre, debe por lo menos ser mejor que el mejor hombre que haya para ese cargo».
Lo cierto es que, en el plano de lo público-político, el éxito del Arena Fest despertó la envidia de Horacio Rodríguez Larreta, quien buscó corregir su falta de visión y se lanzó frenéticamente a armar puntos «Fest» en CABA con fervor militante. A favor del intendente, digo que fue un acierto el buscar la centralidad sin exponerse al ridículo, al estilo Wado de Pedro.
Sin embargo, alrededor de esta fiesta no deja de haber tanto máculas como desafíos. La mácula es la de usar el escenario de Las Toscas, para lo que hay que acordar con la rémora más enorme de nuestra sociedad: Florencio Aldrey Iglesias. Las banderolas de Cabify a los costados del escenario, intercaladas con las del Diario La Capital, exponen la actitud de reírse de todos en su cara. El desafío es usar el impulso de este éxito para consolidad un cambio en la administración que haga eficientes áreas de espantosa performance, como son Cultura y Educación.
En el armado del gabinete actual aún están reflejados los acuerdos políticos que se establecieron de cara al 2019, un escenario ya caducado. Los actuales 147 funcionarios políticos —muchos de ellos, sin otra función más que pasar las horas del día hábil municipal en los café de la manzana de las sombras— no son un buen mensaje para la sociedad.
Quizás, un primer gesto a favor del contribuyente le puede dar aliento a la idea de que se vengan cambios: Montenegro no decretó asueto para la administración los días 23 y 30 de diciembre. Al gremio, acostumbrado al duce de leche, la determinación le supo a queso rancio. Se fueron a quejar, y recibieron como respuesta: «al que no viene, se le descuenta el día». Lo que debería ser habitual, se advierte como extraordinario, de tan distorsionado que está todo lo que es el ámbito de la administración pública.
En el contexto del triunfo en el Mundial y la explosión de felicidad colectiva, los desafíos están a la luz del día: tres asesinatos en una semana en la ciudad, y el regreso de las salideras bancarias, que en otro contexto, tendrían que haber llevado al recambio de toda la cúpula policial local, de este híbrido —que quedó de los años de Daniel Scioli— entre sistemas de seguridad municipal y una estructura policial bajo mando provincial. Cómo ordenarlo para buscar eficacia es un debate de fondo que en 2023 tenderá a agravarse, de la mano de un creciente deterioro económico. Y el intendente ha acumulado suficiente poder político como para ponerse al frente del reclamo de homogenizar la conducción del sistema de seguridad en Mar del Plata