La determinación de Mauricio Macri de lanzar a María Eugenia Vidal a la carrera por la gobernación bonaerense en 2015, y su triunfo avasallante ante Aníbal Fernández, trajo una situación de cambio político —inesperada para la mayoría— al principal distrito del país. También, el nacer político de ciudadanos sin antecedentes en la cosa pública. Todo cambio, la idea de “aire fresco”, siempre es bienvenida. Ante estas situaciones, la tolerancia social suele ser generosa y extensa.
Me lo presentaron a Mosca en la reunión política que en Mar del Plata anunció la incorporación de Carlos Fernando Arroyo a Cambiemos. Nada estaba claro. Sólo flotaba en el aire la idea de un camino que pudiera llevar a derrotar al gobierno de entonces en los próximos comicios. Mosca reapareció en el verano de 2016. Ya lucía los entorchados de presidente de la Cámara y se movía como jefe político, dueño de una lapicera millonaria.
El modo de ser, el modo de señalar, imponiendo, ya era un tema. Conversé con él en una oportunidad, teniendo a un diputado provincial por testigo. Su mensaje era de negatividad absoluta a la persona del Intendente y de cerrar el pasado de la ciudad sin cuestionar nada. Ergo, establecer que la alianza con Aldrey Iglesias debía ser vista como algo natural. No volvimos a hablarnos y esquivó sistemáticamente desde entonces todo trato directo.
Estamos en Mar del Plata, y sus conductas eran la comidilla en el circulo de dirigentes provinciales de todos los grupos políticos a los que movía como séquito. El mensaje era siempre el mismo: “Arroyo ya fue, María Eugenia quiere otro candidato para 2019”. Todo lubricado con largas mesas tendidas, por caso, en Sarasa Negro. Mesas de escandalosos miles.
Quizá pueda decirse con el diario del lunes que esa conducta anunciaba lo que ahora está saliendo a la luz. O no, tremenda conducta de abuso de poder supera lo que en más de una ocasión les apunte a sus comensales: “en cualquier momento salen de paseo en los medios”. Las mesas de “la política” que pagaba Mosca con el dinero de los contribuyentes eran muy poco republicanas. Una conducta oligárquica de la peor matriz.
La denunciante es de Necochea. Integra el PRO de esa localidad y ha estado en boca de la política y los medios por ser asesora de la edil Marcela Palma, que integra la bancada de Cambiemos. Wagner es tratada de ñoqui en los medios locales, cuestión que es menor ante lo que está en juego.
Hay que apuntar que Úrsula Wagner es citada como referente del PRO necochense. De allí adquiere dimensión que, antes de presentar la denuncia en la oficina de violencia domestica de la corte, se reunió con la gobernadora Vidal, reunión a la que fue acompañada por la titular de la oficina anti corrupción Laura Alonso. Hay detalles en mi poder. Considero de buen gusto evitarlos por la propia víctima que, obvio es, sabe que su decisión trae consecuencias políticas inmediatas y de largo plazo.
Las esquirlas de esta situación serán tremendas. Vidal impuso a Mosca su renuncia, y no es suya la estrategia de plantar la idea de una denuncia por extorsión, una táctica idiota cuando la denunciante está aupada por Laura Alonso, Karina Banfi, Pablo Avelluto, Alejandro Rozitchner y Silvia Lospenatto.
Cualquier idea de que la acción de presentar la denuncia sea una ficción queda desterrada por el marco político que rodea a Wagner y cuya punta de la pirámide es el propio presidente de la Nación. A no dudarlo: Mosca está atrapado en el papel.