Los cambios que impulsa el gobierno nacional marcan agenda, y tienen un sesgo que es complejo de ignorar. Si se lo hace, el riesgo es quedarse fuera del presente y generar —¿provocar?— situaciones inmanejables.
La caída de Blas Aurelio Primo Aprile se dio luego de una reelección brutal en la que, el nativo de Raguso, se impulsó muy ampliamente a un segundo mandato. Su caída fue tan intensa como dicho ascenso político. En definitiva, lo que sucedió fue que no pudo resistir la combinación de la presión del sindicato de municipales y su propia incapacidad de liderazgo, que le ató las manos para hacer los cambios que requería equilibrar las cuentas del municipio.
Si bien Heráclito dijo —o no— que no es posible bañarse dos veces en el mismo río, la historia sí es cíclica: quizás las aguas no sean las mismas, pero sí son las mismas corrientes. En este caso, se trata de un caudal bravío y traicionero: los agentes municipales de General Pueyrredon ganan los salarios más altos de toda la provincia de Buenos Aires. La administración actual destrató a su predecesor e introdujo una lógica de acuerdos que sólo se sostienen con plata.
Es un tipo de relación implícitamente extorsiva: te pido y, si no me das, te aprieto. Hago paros, quitas de colaboración y todo aquello que te perjudique el día a día con los vecinos. El brazo armado del sindicato, son las estructuras de servicios y tránsito, precisamente los lugares de donde provienen quienes lideran al gremio: Antonio Gilardi viene de tránsito —fuente interminable de problemas de conducta y praxis de servicio— y Daniel Zacarías viene del área de servicios, creador de la frase «si querés que hagamos esta obra, pagá horas extra».
La administración municipal actual cuelga de un hilo. Si no mete cambios, y define un rumbo, como va, es complejo prever que pueda concluir su mandato. Hay más de un motivo para verlo así: la historia, los hechos y las razones están a la vista y son concurrentes. Estas cosas ya han pasado.
Gilardi y Zacarías, los líderes de los conejos negros, mueven dos grupos de choque que están enquistados en el entramado municipal. Ya lanzaron su ukase de guerra. En un contexto político determinado por cuatro años de destrucción del valor de la moneda, el esquema de ordenamiento de valores y de precios reclama un sentido de lógica que permita atravesar la situación presente.
Pero nada les importa. Nunca les importó, en sí. Esta no es la mejor administración, por cierto. Y, en el comparativo con el caos diario que le hicieron sufrir a Carlos Fernando Arroyo, la negatividad del presente, es abrumadora.
No hay tiempo. Los cambios, son ahora. Mañana, ya es pasado.