Esta semana tomé la responsabilidad de poner en conocimiento de los marplatenses la dinámica que ha llevado a la ciudad a estar en el centro de la polémica por el traslado de la estatua de Cristóbal Colón, originado en la intención de la Presidencia de la Nación de quitarlo de su tradicional emplazamiento. El monumento a Cristóbal Colón se encuentra situado en la ciudad de Buenos Aires, en el Parque Colón, entre la Casa Rosada y la circular Avenida de la Rábida. Allí, la presidenta Cristina Fernández quiere instalar un monumento a Juana Azurduy.
La construcción del monumento a Colón fue impulsada por un próspero inmigrante italiano, Antonio Devoto, como obsequio de la colectividad de ese país a la República Argentina en el Centenario de la Revolución de Mayo. Obra del escultor italiano Arnaldo Zocchi, la piedra fundamental se colocó el 24 de mayo de 1910 y fue inaugurada en 1921. El peso total del monumento es de 623 toneladas y su altura de 26 metros; la columna central está hecha en un solo bloque y sostiene la estatua de Cristóbal Colón, de 38 toneladas de peso y 6,25 metros de altura, esculpida en el famoso mármol de Carrara.
La polémica se instaló a nivel político y enfrenta al PRO con el Gobierno nacional, incluso con violencia. En tanto, en Mar del Plata, en nuestra plaza Colón, obreros municipales trabajan preparando una base para fijar el monumento, ante su inminente traslado.
Hubo desde el inicio un interrogante válido: ¿cómo Mar del Plata termina en este engorro? En principio, según se publicó en el diario La Nación, se sostenía que la comunidad italiana marplatense así lo había solicitado. No obstante, la afirmación fue tajantemente desmentida por el embajador italiano Guido La Tella y en un texto dirigido al diario de los Mitre por autoridades de la colectividad Italiana en nuestra ciudad.
Persiste entonces la duda. ¿Cómo Mar del Plata aparece en esta situación? En declaraciones realizadas a la radio 99.9, el apoderado del Consulado italiano en la ciudad y activo partícipe de la vida social de dicha comunidad, Adriano Toniut, reveló que dicha situación se dio a partir de una carta dirigida por el intendente Gustavo Arnaldo Pulti al secretario general de la Presidencia Oscar Parrilli, en la que se ofrecía a nuestra ciudad como sitio de emplazamiento del monumento en actual disputa.
Pulti asumió per se la representación de la colectividad italiana en Mar del Plata, pero aún fue más allá. Adrián Alveolite, subsecretario de Control del municipio, se dirigió también a Presidencia de la Nación en un texto en el que asume la representación de la comunidad ligur en nuestra ciudad. Sin embargo, se desprende de los dichos de Toniut que la colectividad como tal no estuvo representada en tal decisión, que no fue consultada, que no se hizo nada de lo previsto dentro de los carriles de la formalidad para estos casos, y que se jugó al hecho consumado. Con un agravante: según apuntó en la 99.9 Mónica Rizzo, secretaria de comités de la comunidad italiana, la sociedad ligur fue dada de baja del Registro de Colectividades hace ya un tiempo por falta de actividad.
Tal como se desarrollan los acontecimientos, es obvio que Pulti inició una acción inconsulta, de espaldas a los vecinos, y que su colaborador directo, Alveolite, ha perpetrado una acción para la cual usurpó títulos y honores.
El enojo de la colectividad y autoridades italianas es muy fuerte, y la cuestión tomará un tono aún más tenso para una gestión que burla el sentir de la sociedad en aras de un manejo espurio de la representación política.