El aroma fétido que se aprecia en la ciudad lleva a pensar rápidamente en la Macondo de Gabriel García Márquez: todo puede ocurrir en medio de un escenario de disparates inconcebibles de la dirigencia política de esta comunidad.
Seis personas han perdido la vida en días, horas, sin que a nadie parezca importarle sinceramente, más allá de alguna que otra declaración de conveniencia en tanto por debajo se cocina otra historia. La sesión del Concejo Deliberante fue un momento clave de esta conducta. Los dos “bull terrier” de la corporación deliberativa UCR/AM se limitaron a lo formal y nadie abrió la boca sobre el baño de sangre que enluta a los vecinos hasta más allá de todo límite. La llegada de Hugo Matzkin a Mar del Plata introduce nuevamente el escenario de mentiras que ya es habitual en este gobierno plagado de mentirosos.
Alejandro Collia también estuvo en la ciudad; esta vez no prometió un millón de pesos de inversión, pero sí reconoció la delicada situación que vive el personal de la salud por la constante violencia a la que están sometidos.
Lo que ocurre en MDP es la suma de mentiras por décadas de un grupo de ineptos que apalancados en el presupuesto público viven una vida de película y constituyen una nueva oligarquía. Basta correrse unos milímetros de la escena pública para no pagar más costos y seguir en la fiesta. César Ventimiglia sigue enganchado del presupuesto por una tarea que jamás realizó. José Luis Zerillo, defensor de algunos derechos humanos, articuló en su momento con el juez de algunas garantías Juan Tapia para restringir el control callejero por parte de la policía hasta extremos insostenibles, de burla al sentido común. Han construido un ámbito de tal protección al crimen, que los criminales saben que son literalmente impunes.
Pero aquí, como en el texto de Shaskpeare, hay más cosas entre el cielo y la tierra que las que los comunes mortales podemos ver. Qué hay, porque algo hay, cuando Carlos Fernando Arroyo, “prima donna” entre los por ahora favoritos del electorado de la ciudad, defiende a Adrián Alveolite y a Guillermo Iglesias, al punto de señalar que “hay funcionarios de esta gestión que podrían estar en mi gobierno, como es el caso de Iglesias”. La postura de Arroyo es ultra garantista: le falta decir que sin un pronunciamiento de la Corte, no hay motivo para exigir la renuncia de Alveolite. Y esa postura sólo puede explicarse por los pactos en las sombras el poder. Claudio Cambareri es un nombre que surge nítidamente cuando se interroga por este comportamiento del ex director de Tránsito y popularmente laureado director de escuela pública. Cambareri y la conducta de Arroyo en la trama de los carnets “truchos” explicará el apego in extremis del abogado/director/concejal a la sobrevivencia de Alveolite e Iglesias.
Nada es tan claro ni tan trasparente como suele presentarse ante la opinión pública. Decir en determinados medios que “Pulti no sabe nada de seguridad” puede parecer un título opositor, y de hecho lo es, pero sólo es un título. La gestión más corrupta e ineficaz de la historia democrática de Mar del Plata marcha a diario arropada en millones de los que dispone para pagar el cerco informativo y hace bailar al resto a su ritmo, por cobardía, conveniencia o complicidad.