El «affaire Marazzo» —por la blonda Magalí Marazzo, quien literalmente se había apropiado de la globalmente conocida y laureada Casa del Puente o Casa sobre el Arroyo— expone una vez más las faltas de control y coordinación de la política municipal.
Magalí Marazzo fue ungida Reina Nacional del Mar en 1997 y, de allí en más —como ha ocurrida con otras beldades locales— hizo una carrera dentro del municipio, vinculada con el área de Cultura. Área que debió ser la que tuviera a cargo la laureada Casa sobre el Arroyo, pero no: dados los enfrentamientos habituales con los exfuncionarios —nada funcionales— de Cultura —para que quede claro: Carlos Balmaceda y Julio Neveleff—, Marazzo fue designada directora y transferida a la órbita de Obras Privadas.
Y quizás allí esté parte del cogollo de esta historia menor que llegó a las portadas de los medios de CABA adquiriendo así la pátina de «escándalo nacional». Así como la administración local llegó mal y tarde en la situación que privó a un grupo de cuarenta jóvenes marplatenses de participar en una de las rondas de los Juegos Bonaerenses por equivocar el día del encuentro, la cual se llevó puestos a los dos gandules antes mencionados, las acciones que llevan al presente en donde, después de una semana de escándalo político-mediático, finalmente Marazzo entregó la documentación del trámite marcario que encontró —otra vez— a la administración local con los pantalones bajos.
Pero eso no es todo lo que atañe a esta historia: fuertemente criticada por su relación con el presidente Alberto Fernández —quizás por malicia que por algún hecho concreto y comprobado— la fuerte personalidad narcisista de Magalí la llegó a creer que ella era la Casa del Puente. No Amancio Williams y Delfina Gálvez Bunge, no. Siempre ella, en toda la comunicación visual, siempre su figura frente a la del museo. Todo un caso.
Pero la cuestión no quedó allí: Marazzo afirmó —en declaraciones a Vencedores y Vencidos, programa que se emite por la repetidora local de radio La Red— que «si tengo que seguir dando explicaciones, voy a hablar y a ensuciar a mucha gente». El medio borró el post con las declaraciones, pero siempre hay alguien que hace alguna captura. ¿Ensuciar a quién? ¿Por qué tema? ¿Con qué propósito? ¿Alguien llevó adelante acciones que le dan a Marazzo —a quien el intendente le pidió la renuncia— el poder para que, por caso, ya habiendo entregado la documentación marcaria, todo quede en la nada, con una licencia hasta 2024? Raro.
Es un alerta. Otro más. No es cuestión de creer que nada tiene costo y que el control sobre uno u otro medio les permitirá salir siempre airosos, con un mínimo costo político. Sólo para que quede claro: a Blas Aurelio Primo Aprile, jamás el diario del coruñés emprendedor le dio un solo título negativo, y siempre le cubrían las partes. E igualmente se tuvo que ir por la puerta de atrás.
Si algo deja en claro este nuevo escándalo, es que hay demasiado emprendedores, aventureros y distraídos en esta gestión. Es hora —sobrada hora— de ponerse a trabajar de forma seria en pos de lo que está bien para la ciudad.