Pasó Manuel Mosca por Mar del Plata. El presidente de la Legislatura bonaerense se mostró junto al intendente Carlos Fernando Arroyo para hablar de lo obvio: que la elección de octubre es entre un cambio y el retorno a un pasado que la tiene en el centro de la escena, nuevamente, a la ex presidenta Cristina Fernández. En cuanto a Cambiemos, la amplitud de rango del cambio posible va del diputado provincial Guillermo Castello, al concejal Lucas Fiorini.
Probablemente, el esposo de la diputada nacional Gladys González no sepa que su explicitación del amplio arco citado por él remite al expresidente Julio Argentino Roca.
Antes del sistema de partidos, antes de la Ley Sáenz Peña, la construcción política era exclusivamente caudillista, y un grupo de unos muy pocos tomaban las decisiones reales en la Argentina de inicios del siglo XX. Allí precisamente entra Roca, “el zorro del desierto”. Eran tiempos complejos, en los que la urna estaba asociada al manejo de la población común, “la chusma”, y se entendía que sólo aquellos que abrevaban en el conocimiento podían y entendían la naturaleza misma de cómo hacer para convertir a la política en instrumento para la conducción de la nación.
En su momento y luego de una larga reunión política celebrada en Buenos Aires, el expresidente Julio Argentino Roca se retira, visiblemente molesto, aunque en silencio. Su fiel secretario, Artemio Gramajo, le pregunta por las razones de reunirse con personas que visiblemente le provocaban disgusto. La respuesta de Roca fue brutal y directa: “mire, Gramajo, la política es como el ladrillo: se construye con barro y bosta”. De ambos había mucho en el Buenos Aires de entonces.
Algo así está ocurriendo hoy, cuando menos si analizamos la conducta de Cristina Fernández en el difuso y complejo universo del peronismo, y esta misma cultura del poder se advierte en los métodos y modos de Joaquín de La Torre, ministro de Gobierno de María Eugenia Vidal, en su accionar político en Mar del Plata. Un caciqueo menor, proveniente de otras tierras, llega a esta comarca a revolver el estercolero y dar con la mezcla justa que él considera adecuada para que el barro de la política lugareña dé como resultado un sólido ladrillo electoral.
Joaquín de la Torre no sólo busca hacer política en Mar del Plata usando para movilizarse los recursos de los marplatenses, sino que se lleva por delante cuestiones mínimas de la cortesía política, tal como quedó expuesto en la reciente caminata en la que De la Torre participó junto a Fiorini y Aicega, incluyendo una visita a posta sanitaria. La visita llevó a que el secretario de Salud Gustavo Blanco le escribiera luego a De la Torre para espetarle su falta de criterio, señalándole que se hacía presente en una posta sanitaria sin haberle avisado ni a él ni al intendente Arroyo. Recibió por respuesta un lacónico “disculpá, no me di cuenta”. La réplica fue: “¿y qué buscas caminado con un tipo –Lucas Fiorini- que hasta hace tres meses nos descalificaba a diario al intendente y a mí?”.
La mezcla para hacer un buen ladrillo requiere de un cálculo correcto en la mezcla. Revolver el estercolero sin ton ni son, como hace De La Torre, sólo da mal olor y no aporta ninguna fortaleza.