El corifeo de los medios de corte y pegue, extrañados de la dádiva municipal que por ocho años los alimentó con la sopa boba del poder para mentir a la sociedad, se agita a diario en su propia salsa agria.
En esto hay interesados vinculados al festín del poder, que por una u otra razón busca su parte en el presupuesto público comunal. Dos integrantes del círculo rojo local (el vernáculo destiñe un tantillo, da entre rosa y morado), me abordaron en los últimos días con la misma pregunta: “¿vos lo defendés a Arroyo?“. Respuesta: no, lo que no hago es participar de la calumnia, la mentira y la sevicia que se despliega a diario, disfrazada de interés político o indignación por hechos que se dan en la puja por cargos y poder local.
Obvio es que, tal como lo he señalado en reiteradas oportunidades, Carlos Fernando Arroyo es el fruto, quizá amargo, de la necesidad de los marplatenses de hallar un campeón que terminara con los ocho años más oprobiosos de la política de Mar del Plata. Oprobio que llenó de hartazgo a los marplatenses, al advertir claramente que la conducción política de la ciudad había sido entregada a un sujeto menor con ambiciones de señor de la aldea que siempre buscó hacer a su antojo y percibía gabelas escandalosas tanto de la intendencia como de la Gobernación.
Luego de semanas de hablar a la oreja de relatores de la cadena de corte y pegue, y de insistir en la pésima relación que existiría entre Vidal y Arroyo, una encuesta del consultor del PJ Marco Aurelio ubica al intendente marplatense con 35,4 de opinión positiva en la comunidad, y una percepción negativa de 59,4 por ciento. Guau. Si después de tamaña campaña Arroyo pisa el 36% de aceptación, sería bueno que los que tienen algo que hacer en esta comunidad por la sociedad desde la política se pregunten qué están haciendo. Arroyo, per se, jamás tuvo intención de voto por encima del 15%. La negatividad no tiene carnadura política; ninguno de los que pagan una monedita para salir en las páginas web de la cadena de corte y pegue, en el multi o en Canal 10, pueden capitalizar ese disconfort. Deberían tomar nota.
Tal como ilustra la imagen de esta columna, la relación entre la gobernadora Vidal y el intendente transita por un momento de corrección política y entendimiento lógico que la elección de medio plazo pone en términos de realpolitik. Lo he señalado y lo repito: no hay elementos serios y ciertos que hagan pensar en un recambio institucional. Es una colección de idioteces que se repiten sin ton ni son.
Este grupo que llegó con Arroyo a la intendencia ha tenido hasta ahora un defecto de origen profundo: ausencia de afecto societatis. Quizá el asado que organizó en su casa el secretario de Salud y que se divulgó desde las redes para catapultarse a los medios sea una señal poderosa. Otra será el cambio o los cambios en el Gabinete, que darán una perspectiva distinta en poco tiempo.
No se trata de Arroyo; se trata de nosotros. La opción no puede ser mafia o democracia: la alternativa a la democracia es más democracia, más república. De eso se trata, no de las personas; con suerte, instrumentos de la historia.