La imagen de Gustavo Arnaldo Pulti subido al carro triunfal de Aldosivi dándose un baño de multitud no puede apartar a la comunidad del hecho de que en la misma jornada, cuatro personas, todas emparentadas entre sí, fueron asesinadas en el contexto de la lucha territorial por el tráfico de drogas. El impacto es mayor en las redes sociales, en el boca a boca del vecino de a pie, que en los medios locales, dominados por la vinculación espuria con la pauta que la comuna distribuye, a cambio de un adocenamiento discursivo que busca construir el relato positivo de la gestión. Cuatro vidas menos. Leo comentarios tremendos, que destratan a aquellos a quienes se les quitó la vida en ejecución sumaria, sin juez, defensor, fiscal o jurado. Un navajazo que cortó la arteria femoral se llevó primero la vida de Claudio Granadino, de veintiséis años, y tres horas después eran asesinados a tiros Pedro Daniel Corbalán (50), su hijo Guillermo Aníbal Corbalán (24), y su sobrino Juan Carlos Giles (30). Todos fueron asesinados al estilo impuesto por el sicariato colombiano.
En paralelo, horas antes, desde el ámbito municipal se había lanzado una información para colocar a la acción policial en el rango de lo inútil. Tobías Schleider, director del Centro de Análisis Estratégico del Delito del municipio, señaló que las acciones policiales de comisarías provocan detenciones por portación de marihuana que en un 96% llevan a la libertad de los detenidos en pocas horas. El subtexto es fácil de entender: la policía pierde tiempo, nada se hace por ir en contra del narcotráfico en serio, y los operadores importantes están fuera del radar.
Es cuando menos curioso que la información estadística reinterpretada sea puesta a consideración de la ciudadanía por medio del sistema de medios municipal desde una mesa que integra, entre otros, el fiscal federal general de Cámaras Daniel Adler, jefe de los fiscales que en cuatro años no han formulado una sola acción en busca del objetivo que Schleider señala como déficit desde la elaboración estadística.
La fiscal Andrea Gómez ha manifestado que tal como se dieron los asesinatos, es claro que se trata del remanido ajuste de cuentas; término que calma los nervios -equivalente a “se están matando entre ellos, criminales, ladrones, narcotraficantes y drogadictos”; es decir, material descartable-. La mesa plutocrática a la que se sienta Schleider a hacer su trabajo de contable del crimen descansa cuando la caracterización es “ajuste de cuentas”: implica que no es un hecho de inseguridad, no es un acto violento que padece la buena sociedad, sino que se trata de un acto “ecológico”, un ajuste natural en el ecosistema del mal.
Propongo desde aquí llamar a las cosas por su nombre. No hay ajuste de cuentas; hay un sicariato que hace de Mar del Plata un lugar tan pesado como Rosario (ya no tiene sentido hablar de Colombia). Ergo, el crimen desenfadado y vil ya está entre nosotros. Por estas horas se sugiere que el principal sospechoso, que vive en el barrio del SOIP, tiene una relación sentimental con la esposa de uno de los asesinados. Un crimen de amor, una historia cuasi romántica bañada en sangre en medio de la algarabía de la ciudad por Aldosivi. Absolutamente conveniente.