A los lectores de esta columna: si su interés está en los temas de orden político local, diríjanse a la columna de Malas Lenguas de la presente edición. Si, en cambio, el interés está puesto en la órbita nacional, la editorial abreva en la situación política devenida de la imputación a Cristina Fernández y la que el fiscal federal Federico Delgado le ha establecido al presidente Mauricio Macri.
Pero aquí, el propósito es abundar en la relación entre el operador judicial Alejandro Ferrarello y el camarista federal Jorge Ferro. Alejandro Ferrarello está sometido al cruce de poderes que a lo largo de dos décadas lo han enriquecido. Todo cambia, y esa coalición de poderes hoy se enfrenta al interior de la nueva realidad política. Santiago Inchausti, juez federal de grado hoy a cargo de ambos juzgados federales en lo penal económico, es una figura curiosa. Cuanto menos, la situación de Ferrarello lo enfrenta al temido César Sivo, lo cual es raro en sí mismo, ya que Sivo supo contar con la consideración de Inchausti, así como tuvo la de Alejandro Castellanos, quien eligió mirar para otro lado en la causa “Pescado Blanco”, donde aparecieron audios en conversaciones de Sivo con uno de los integrantes de la banda narco ofreciendo acuerdos con amigos “K” en la AFIP.
Fuentes confiabilísimas aseguran que el trato que se le ha dispensado al narcoabogado había sido cordial y solícito por parte de Inchausti. Pero resulta que ya no es así, y al parecer, Ferrarello sería clave en este giro copernicano. Odiado por la resolución de la Cámara Federal -que le dio vuelta la irracional causa por trata en el caso Madaho’s-, Inchausti, con la colaboración fervorosa y febril del fiscal Carlos Gonella, armó una causa por lavado de activos, y ahí cayó Ferrarello. Alejandro Ferrarello había armado una sociedad en Miami, MDQ Holding, sin actividad desde 2014. Al caer en la mira de Inchausti y ser citado a indagatoria, por medio de su abogado, Sivo, intentó negarse a la misma recurriendo a la Cámara. No lo consiguió, aunque sí logró que se le permitiera salir del país, y viajó precisamente a Miami.
En esos trámites legales, los acuerdos antiguos se quebraron, y de allí viene el cruce con el camarista Ferro, que entiende estar siendo investigado por Inchausti por su relación con el operador judicial Ferrarello, que ofrece servicios judiciales y contables sin ser abogado o contador.
Relaciones espurias, negocios por debajo de la mesa, un escenario de poder que en su seno trae la simiente de verdad y castigo que la sociedad de a pie reclama.