O la fiesta de unos muy poquísimos. Si bien fue formalmente fundada en el siglo XVIII, la Mar del Plata que conocemos surge a fines del siglo XIX como la villa balnearia de la élite porteña de la época que, antes de la era del aire acondicionado y las quintas con pileta, buscaba escapar del calor agobiante de la capital.
Y esa élite necesitaba sirvientes. Así, una población de trabajadores se fue formando en estas playas, siendo sus hijos los primeros «marplatenses». Esta ha sido y sigue siendo una ciudad de arribo, una característica que ha engendrado una cultura subyacente e implícita que explica mucho de lo que sucede hoy, a 150 años de su formal fundación.
La presencia de actores nativos en la conducción política de la ciudad, es más bien escasa. Esa algo que jamás ocurriría en ningún otro lugar del país. Los políticos, en su inmensa mayoría, no conocen ni la ciudad, ni al resto del partido de General Pueyrredon.
Extrañamente, la cultura del amo y del sirviente, aún está presente. No hay modo de entender, sino, cómo los 150 años de la ciudad devinieron en estos agasajos lisonjeros y tristes para con el brigantino de Lugo. Una fiesta patética que no pudo prevenir ni siquiera el alerta meteorológico que, ya hace unas horas, venía advirtiendo que no se podía planear nada a cielo abierto. La corrida de la Plaza del Agua al espacio de la vieja terminal sur para hacer allí el corte de la torta, es un paso de mala comedia.
Las imágenes que divulgó por las redes el séquito del primer valijero dejaban ver cómo él fue quien repartió la torta del agasajo. A su lado, actores políticos —electos por el pueblo— se deshacían por ser advertidos y por mostrarse tan felices de estar allí, que casi se les podía creer.
El interrogante es qué le pasó a los que fueron por su pedazo de torta. Me vino a la mente un video en el que se ve a dos mujeres en el año 1900, en Indochina, arrojándoles comida a un grupo de niños vietnamitas que corrían alrededor de ellas como pollos en un gallinero, desesperados por conseguir un mendrugo. El video es parte de una producción para la Muestra Internacional de París de 1900. Dice la descripción de la filmación: «La película muestra a dos mujeres (esposa e hija del gobernador general Paul Doumer) arrojando pequeñas monedas frente a niños anamitas durante su viaje por la Indochina francesa». Cualquier parecido con esta patética realidad, no es pura coincidencia.
La verdad —que la dirigencia local no lee— es la que quedó expuesta en los comentarios que se leían en la página de Canal 8, propiedad del aspirante a la sucesión del trono, Jorge Pérez. En los medios de Ladrey, los comentarios están bloqueados, al igual que en el portal que se identifica con el prefijo telefónico de la ciudad, propiedad de las blondas hermanas Miconi.
Increíble. Coqui Gastiarena, el mítico director del diario El Atlántico, solía decir, en relación a uno de los ex intendentes: «sólo falta que el gallego le exija hacerle una fellatio en la Plaza Colón». Finalmente, Ladrey lo logró: fue masivo, y ante todos, como en una edición local y paupérrima de Los Juegos del Hambre.