La expresión “una imagen vale más que mil palabras” es una derivación sencilla de la frase del escritor ruso Iván Turgueniev, quien en el siglo XIX afirmaba que “una imagen muestra de un vistazo solo lo que requiere más de diez páginas de un libro para exponerse”. Así entendido, las imágenes de la semana próximo pasada en la reunión de gabinete ampliado en La Plata y las de esta semana en Mar del Plata, en las que legisladores de Cambiemos rodearon al intendente Carlos Fernando Arroyo en la promesa de jura de la bandera frente a 3 mil jóvenes estudiantes de la ciudad, dicen más que cualquier relato cuidado. Destacó, en este arropamiento político, el presidente de la Cámara Baja provincial Manuel Mosca. Heraldo de la denostación sin sentido que sufrió durante dos años el hombre del piloto, Mosca recorría la ciudad sin que nadie le echara flit, repitiendo una y otra vez “Arroyo ya fue, no jodan más”.
Todo cambia, y el ordenamiento que está dándose en General Pueyrredón en materia de administración y logros en distintos campos hace hoy que el bullying político que impulsaba la gobernadora Vidal torne a un encendido cotejo que llevaría, de dar bien los números en marzo de 2019, a que en la ciudad el planteo provincial sea que no haya PASO, y todo el juego sea para el intendente. Sufren hoy en línea de fondo Vilma Baragiola, Lucas Fiorini, Guillermo Montenegro y una pléyade de opositores que en estos años han sido infinitamente menos tóxicos que los propios compañeros de ruta.
La mendacidad de Fiorini ya no debiera asombrar a nadie, pero la torpeza política de intentar implantar un delegado del poder provincial en Mar del Plata es imperdonable. Hace unos días, un referente del actual gobierno me señalaba: “Guillermo no es mal tipo. Llamó y preguntó si Arroyo iría a la recorrida que haría Dietrich por Mar del Plata… Porque si el intendente iba, él no quería generar un malestar con su presencia…”. Montenegro no es diputado por Mar del Plata, ni siquiera por la Quinta Sección electoral, y se apareció por esta aldea urbanamente extendida de prepo y sin respetar modos y maneras mínimas. Salvo para los correveidile de turno, los comebilleteras del poder del momento, la presencia de Guillermo Montenegro molesta al marplatense de a pie. Y ni qué decir de la (mala) impresión que causa que invitara a reunirse en el Hermitage o el Provincial, con la leyenda “venga a verme que atiendo allí”. Echate un balde de merdis encima solito, cuando quieras.
En tanto, Mar del Plata cerró el acuerdo más lógico de aumento salarial de la provincia, paga desde hace seis meses los salarios el día 1 de cada mes, adelantó el pago del aguinaldo en casi un 80%, lleva récord de asfaltos recuperados y calles asfaltadas a nuevo, así como un trabajo intenso en el área de salud. Trabajo mata bullying, eficiencia mata operetas. El desprestigio mayor es para la cadena tóxica de corte y pegue, que como boxeador groggy ya no sabe qué golpe tirar y adónde.