El lord mayor de nuestra aldea urbanamente extendida se maneja ahora con un nuevo esquema comunicacional que incursiona en un lenguaje más bien propio del argot barriobajero: sin ponerse colorado, en sus redes habla de «fisuras» o de «compas». La forma, hace al fondo. Ya ni los dirigentes de los unidos patrióticamente usan esos términos.
Pero, más allá del lenguaje, hay que ir a por políticas de seguridad efectiva, las cuales están más que ausentes. Es, cuando menos, extraño el blindaje en cuanto a la cuestión de seguridad que hay en el discurso público local frente a tamaña indiferencia por la vida de los marplatenses.
En la reciente reunión entre autoridades locales y comerciantes del centro, se volvió a insistir con que no hay colaboración por parte de la policía y se pusieron sobre la mesa las limitaciones que enfrenta el municipio. Obviamente, todo eso, a puertas cerradas. En el discurso público, ni una palabra. Se acerca la temporada alta. Hay mucho para hacer, y nadie atina a explicar cuál es el plan, si es que lo hay.
El escenario ya es tan complejo, que ya ni el compañero de ruta y ciudadano ilustre Ladrey puede ignorar el tema, el cual lleva en la portada del medio que alguna vez marcó la agenda de la ciudad, tres semanas consecutivas. No es que no se haga nada, pero lo que se hace, no es suficiente.
Resulta obvia la necesidad de plantear un cambio de rumbo, usando los medios para colocar la mirada de manera muy severa sobre el funcionamiento del Poder Judicial.
Esta semana, y gracias al gran trabajo de Inspección General, se allanó un taller en el cual «dormía» un vehículo robado. El mecánico está detenido. Interrogante: ¿le imputarán «encubrimiento»? ¿O será partícipe de una banda dedicada al robo de automotores en la cual cumple una función específica? Me decanto por la primera. Gustavo Darío Izzo se la va a llevar re barata.
El delito de encubrimiento tiene una pena de seis meses a tres años de prisión, y es excarcelable. Ya es rutina: la puerta gira y gira. No es mayor a la pena por robo automotor, aunque hay proyectos para aumentar la carga gravosa de estos delitos, los cuales no han prosperado.
Bien sabemos que, junto con los turistas, llegan los pungas, mecheras y todo tipo de delincuentes a hacerse la temporada. Esta situación debería ser la prioridad, sin cortapisas. Situaciones como las que se vivieron el año pasado no deberían repetirse o, cuando menos, minimizarse y reprimirse a derecho, con intensidad.
En estos días, hay alarma entre los padres del Colegio Stella Maris por un grupo de vándalos que acechan a los estudiantes —particularmente a las jóvenes— para robarles. Hay imágenes de los delincuentes, las tomaron los padres que reprimen su deseo de actuar por cuenta propia, entendiendo que, si lo hacen, corren riesgo de terminar siendo ellos los procesados.
Estamos en el mundo del revés.